ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 5 de enero de 2015

JACK CHURCHILL, UN GUERRERO MEDIEVAL EN PLENO SIGLO XX

Seguro que más de uno ha pensado, al ver el título de este artículo, que voy a escribir sobre algún miembro de la familia del famoso primer ministro británico. Pues no. Creo que no tenía nada que ver con el político, sólo la coincidencia en el apellido. Quizás, también tuvieron ambos en común el gusto por la aventura y por la vida militar.
Esta vez, no sé cómo podría calificar a este personaje. En algunos sitios le han llamado luchador, aventurero y demás cosas. En otros, simplemente, chalado.
Yo creo que ni lo uno, ni lo otro. Para mí, era un tipo al que le gustaba la acción y la iba buscando continuamente. Era su forma de divertirse y, seguramente, también su forma de vida. Le sobraría adrenalina y tendría que quemarla.
Jack Malcolm Thorpe Fleming Churchill, nació en la antigua colonia británica de Hong Kong, un día de 1906, en el seno de una familia británica.
En 1926 acabó sus estudios en la academia militar británica de Sandhurst. Posteriormente, fue destinado a las posesiones de su país en Birmania.
Allí fue donde empezó a llevar una espada medieval inglesa. Una bastante grande del modelo Claymore, que se usaba como mandoble, o sea, para ser manejada con las dos manos. Dicen que opinaba que todo oficial debería ir con su espada
.
Por lo visto, como allí se aburría como una ostra, se decidió por ir a clases de gaita escocesa y a aprender a tirar con arco, un arma que usó toda su vida.
Realmente, no es una idea  tan descabellada, pues, en las operaciones de comandos, se puede decir que es un arma mortal para utilizar de noche, pues no se ve desde dónde disparan y, además, es muy silenciosa.
Se ve que no tenía suficientes emociones y, en 1936, dejó temporalmente el ejército y se puso a trabajar en un periódico. Parece ser que su mentalidad no cuadraba demasiado con las ideas imperantes en aquel momento entre los militares.
Supo sacarle rentabilidad a sus habilidades con el arco y la gaita. Trabajó como extra en varias películas y llegó a conocer a un actor, entonces muy de moda, llamado Robert Taylor, el cual se hizo muy famoso por “Quo Vadis”. Una de esas películas que suelen poner todos los años en la TV en Semana Santa.
Su afición por el arco también le dio otras satisfacciones, pues fue seleccionado para participar en el campeonato mundial de Oslo, de 1939, representando a su país.
Tras haber conseguido volver al Reino Unido, después de un viaje con muchas aventuras, por haber empezado la II GM, lo primero que hizo fue ir a  una tienda de deportes y comprar un arco de madera de tejo español, que, por cierto, le costó una pasta. También una gran cantidad de flechas de madera y dos arcos metálicos.
Había llegado el momento que llevaba esperando desde hacía mucho tiempo. Se frotó las manos y volvió a su anterior oficio de militar, siendo destinado en el Manchester Regiment y enviado enseguida al Continente.
Se sintió muy defraudado por la marcha de la guerra, pues, tanto ingleses como franceses, no movieron un dedo por defender a sus aliados polacos y le dejaron a Hitler invadir ese país, sin problemas de ningún tipo. Decían que era “para no darle una excusa a los alemanes”. ¿No os parece una explicación demasiado rebuscada?
Dicen que,  estando de patrulla, a lo mejor para “matar el gusanillo”, una noche disparó 2 flechas hacia las trincheras alemanas. Sin obtener respuesta alguna.
Bueno, como los aliados les “perdonaron la vida” a los alemanes,  éstos les devolvieron el favor, unos meses más tarde, atacando Francia, desde Bélgica y Holanda.
En mayo se dio el gustazo de estrenar su arco contra el enemigo. Se subió, junto con 2 soldados más,  a un granero, desde el que podía ver las líneas alemanas. Desde allí, disparó una flecha contra un sargento alemán, al que mató de forma instantánea y luego sus hombres ametrallaron al resto de la patrulla germana.
Se dice que fue el único soldado inglés que utilizó el arco y las flechas en la II GM, pero yo tengo noticias de que hubo, por lo menos, un danés, que también las utilizó en el mismo conflicto.
Al igual que el resto de las fuerzas británicas expedicionarias, Jack Churchill, fue evacuado en Dunkerque. Por lo visto fue la comidilla de sus tropas, al verlo embarcar armado con su gran espada, su arco y sus flechas.
Como tenía un verdadero espíritu inquieto, pidió hacer el curso de comandos, porque se lo pedía el cuerpo. Se pasó varios meses recibiendo un duro entrenamiento en las montañas de Escocia y luego, “amenizaba” las noches de sus cansados compañeros tocando la gaita.
A finales de 1941 hizo su debut en ese cuerpo. Les ordenaron desembarcar en un fiordo noruego y destruir unos cañones alemanes que había en la costa.
Por supuesto, se llevó su armamento medieval y logró concluir esta misión con un rotundo éxito, siendo luego condecorado por ello.
Tuvo otra intervención muy gloriosa en 1943. Esta vez en Italia. Consistía en destruir las baterías de artillería que habían instalado los alemanes frente a la playa de Salerno. Allí coincidió con su hermano Tom y con el capitán Randolph Churchill, hijo del conocido político.
Esta vez, la lucha fue muy dura y les costó asegurar su posición, pero, tras intensos combates, consiguieron vencer a los alemanes.
Más adelante, cuando avanzaban hacia un pequeño pueblo y era muy difícil hacerlo sin que lo notaran los alemanes, ordenó a sus tropas que se dispersaran y gritaran  continuamente “¡comando!”. Eso hizo que los alemanes se asustaran, pensando que se hallaban en inferioridad numérica, cuando, realmente, era al contrario.
En otro rapto de locura, se fue hacia el pueblo, con otro compañero, y armado sólo con su espada. Consiguió ir capturando uno a uno a 42 prisioneros, sin disparar un tiro y amenazándoles únicamente con el filo de su enorme espada, la cual brillaba con la luz de la Luna.
Unos meses después fue destinado a la antigua Yugoslavia. Estuvo haciendo acciones de guerrilla con sus hombres y un grupo de partisanos.
Allí no tuvo tanta suerte, pues los alemanes hallaron su posición y fueron bombardeados continuamente con fuego de mortero. Casi todos sus hombres fueron heridos o muertos y él fue capturado, tras quedar inconsciente.
El oficial alemán que le capturó se negó a obedecer la orden que le habían dado de asesinar a todos los comandos que cayeran en su poder. Él veía a Churchill como a un soldado más, igual que él.
Unos años después, Churchill tuvo ocasión de devolverle el favor al conseguir que los rusos soltaran a ese oficial, el cual ya tenían recluido en un gulag en Siberia.
Volviendo al momento de la captura de nuestro personaje, al ver los alemanes su apellido pensaron que sería pariente del famoso político y lo mandaron por avión a Berlín. Luego se dieron cuenta de que no habían tenido tanta suerte como cuando capturaron al hijo de Stalin, y lo enviaron al campo de concentración de Sachsenhausen, de infausto nombre.
Consiguió escapar del campo, junto a otro compañero, pero no le duró mucho la alegría ya que fue capturado de nuevo, unos kilómetros más allá del campo.
Ahora lo enviaron a una zona más alejada de la costa. Concretamente, al campo de Niederdorf, en Austria.
Durante un apagón, consiguió evadirse del campo. Esta vez llegó mucho más lejos, casi hasta Verona, en Italia. Antes de llegar a esa ciudad, se encontró con un convoy de vehículos USA a los que convenció de que era un oficial británico.
Como a este hombre le iba la marcha, evidentemente, pidió un destino con mucho trajín y lo enviaron a Birmania. No sé si sería por quitárselo del medio. Lo cierto es que, cuando llegó a su destino, ya se habían lanzado las dos bombas atómicas y, para su desgracia,  la II GM se había acabado.
La verdad es que no tuvo mucha suerte. Para una vez que se monta una guerra a su gusto, se perdió 2 años de la misma encerrado en un campo de concentración alemán.
Como no podía ser de otra forma, pues, se apuntó a un curso de paracaidista ¡con 40 años! En eso me recuerda al personaje de Marlon Brando en Apocalypse Now, el cual había hecho ese curso con la misma edad y todos sus colegas se asombraban mucho por ello.
En 1946 fue destinado a Hong Kong, donde se aburría como una ostra, claro está. Lo sacó de su letargo su amigo Robert Taylor, el cual se acordó de él cuando estaba rodando la famosa película “Ivanhoe”.
Como los USA lo hacen todo a lo grande, la productora alquiló un avión para traerlo al Reino Unido y poder demostrar sus dotes con el arco y las flechas.
Ya en 1948 fue destinado a la colonia británica de Palestina, donde consiguió salvar a una unidad británica rodeada por tropas árabes.
Más tarde, consiguió un empleo que le vino como anillo al dedo. Resulta que lo contrataron como instructor en la academia de paracaidistas de Australia. Allí descubrió el deporte del surf, haciéndose un fanático de este deporte y dándolo a conocer a su vuelta al Reino Unido. Hasta diseñó tablas de surf.
Al final de su carrera, le dieron un puesto como profesor en la academia militar británica y se dedicó también al modelismo de barcos controlados por radio.
Nuestro extraño personaje de hoy murió tranquilamente en su casa de Surrey en el año 1996.





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