ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 22 de octubre de 2015

FERNANDO I, UN CASTELLANO QUE FUE REY DE ARAGÓN



Normalmente, la gente suele soñar con le toque un día una fortuna y no hacer nada en su vida, salvo disfrutar con ella.
Sin embargo, a la gente que se encuentra muy cercana al poder, eso no les basta y lo que de verdad quieren es mandar. Seguramente, eso fue lo que le ocurrió a nuestro personaje de hoy, un hombre al que nunca le faltó nada y, sin embargo, se metió a gobernar un país que no conocía, porque debía tener una clara vocación de ser rey.
Posiblemente, todos esos problemas que tuvo fueron los que le llevaron a la muerte a una edad, que hoy día consideraríamos demasiado temprana.
Como siempre, vayamos al principio de esta historia. El infante Fernando fue el segundo hijo del rey Juan I de Castilla y de su primera esposa,  Leonor de Aragón, hija del famoso Pedro IV el Ceremonioso y hermana de Martín I, ambos reyes de Aragón. 
Nació en 1380, en el palacio que tenían sus padres en la vallisoletana ciudad de Medina del Campo.
Como su hermano Enrique, futuro Enrique III el Doliente, padeció siempre muchas enfermedades, es posible que Fernando concibiera la esperanza de llegar alguna vez a ser rey de Castilla.
No obstante, en 1390, ya le dotó su padre con los títulos de duque de Peñafiel y conde de Mayorga. Precisamente, en ese mismo año falleció su padre y subió al trono su hermano Enrique.
Con sólo 14 años fue casado con su tía, Leonor de Alburquerque, que tenía 6 años más que él. De esa manera reforzó sus derechos a la Corona y su patrimonio, pues al que iba a heredar él, que era bastante importante, se unió el de ella, a la cual llamaban popularmente “la rica hembra”. En nuestra época, sería lo más parecido a una fusión de dos grandes empresas.
Algunos personajes de la época, como el arzobispo de Toledo, Pedro Tenorio, consejero del rey Juan I de Castilla, en principio, se opusieron a esta boda, al ver que este matrimonio iba a tener más poder en Castilla que el propio rey. Lo único que consiguió es que la boda se retrasara unos meses, pero nada más.
Ella era su tía al ser hija del conde Sancho, hermano del rey Enrique II de Castilla, el primer rey Trastámara de Castilla y el que mató a su hermanastro, Pedro I el cruel.
También, de esa manera, este enlace no sólo era ventajoso para Fernando, en materia económica, sino que aglutinaría en su persona las dos ramas familiares, por lo que, en caso de morir su hermano sin descendencia, él tenía todas las papeletas para ser el nuevo rey.
Para desdicha de Fernando, en 1405,  su hermano, sólo un año antes de su muerte, consiguió  tener un heredero varón. Sería el futuro Juan II.

Al año siguiente, murió su hermano, el cual dejó indicado en su testamento que, hasta la mayoría de edad del príncipe, fueran regentes, conjuntamente, Fernando y la esposa del fallecido, Catalina de Lancaster. A ellos se unirían un consejo con 4 miembros asesores.
Los nuevos regentes nunca se entendieron muy bien. Así que hicieron un pacto para dividirse el reino. Fernando se quedaría con la mitad sur y la reina con la zona norte. La frontera estaría en la Sierra de Guadarrama.
Parece ser que uno de las causas por las que discutían a menudo es porque Catalina de Lancaster, que era nieta de Pedro I,  fue llenando la Corte de partidarios de aquel rey, y solían entrometerse en las relaciones entre los dos regentes. Sobre todo, Leonor López de Córdoba, dama de confianza de la reina, la cual ingresó en el consejo asesor por orden directa de Catalina. Concretamente, el infante Fernando, en una carta enviada a la reina, acusó a esta asesora de cohecho.
Sin duda, Fernando, había salido ganando, porque se quedó con las tierras más ricas, a pesar de haberse opuesto la consejera de la reina, y, además, se hizo con el control de los fondos para seguir la guerra contra el reino de Granada. Aparte del control sobre las órdenes religiosas de Santiago, Calatrava y Alcántara y el marquesado de Villena.
Así, Fernando, continuó con uno de los pasatiempos de los nobles castellanos de la época, que era la guerra contra los moros. Aparte de las riquezas que adquirían con esta actividad.
Los moros cada día estaban más atrincherados en las montañas del reino de Granada y era más difícil vencerles. Así que, tras varias guerras contra ellos, consiguió, en 1410, después de 5 meses de asedio, una plaza muy importante. Se trataba nada menos que de la ansiada Antequera, que tenía una fortaleza considerada casi inexpugnable.
A partir de entonces, se le conoció ya para siempre con el sobrenombre de Fernando el de Antequera.
Ese mismo año, en Aragón, moría su tío Martín I el Humano. Su falta de descendencia trajo consigo un enorme problema a su reino.
Fernando encargó que se presentara su candidatura al trono, aunque ya había otros 5 más y no era el que tenía más derechos.
Él siempre tuvo a su favor su enorme patrimonio, pues era el dueño de media Castilla. También tenía un gran prestigio militar, algo que se tenía muy en cuenta en la Edad Media. Esto, añadido a que podía disponer del Ejército castellano, pues casi no le faltaba nada más.
De todas formas, reunió a un consejo en Castilla para asesorarse si podía presentarse como candidato a un trono extranjero y le dieron el visto bueno.
No obstante, en las Cortes de Valladolid de 1411, en un principio, no quisieron aprobar las cantidades solicitadas para hacer frente a un posible ataque de los granadinos, tras vencer el período de tregua, como así sucedió. Los procuradores de las Cortes estaban pensando que el
infante iba a usar esos fondos para utilizar al Ejército castellano en sus ambiciones para alcanzar el trono aragonés.
Este dinero sólo lo obtuvo cuando le dio su apoyo el Papa Benedicto XIII, convenciendo a los procuradores castellanos.
Cuando se organizó la asamblea de los 3 reinos, compuesta por 3 enviados de cada uno, que dio lugar al célebre Compromiso de Caspe, él ya contaba con muchos partidarios muy importantes en esos reinos. Más el apoyo del Papa Benedicto XIII y el de San Vicente Ferrer.
Así, aunque a algunos de los compromisarios no les gustaba este candidato, pero vieron que era el que más interesaba al reino, fue proclamado nuevo rey de Aragón y de los demás reinos y condados que componían la Corona del mismo nombre. Este candidato obtuvo en total 6 de los 9 votos.
El 03/09/1412,  jura el cargo ante las Cortes de Aragón, reunidas en Zaragoza. Nombrando como sucesor a su hijo mayor, Alfonso. Un punto importante es que a ese acto acudieron dos de los pretendientes, Fadrique de Luna y el duque de Gandía, indicando
que renunciaban a sus derechos. No hará falta decir que con este nuevo rey se estrenó la Casa de Trastámara en Aragón.
Luego, para quedar bien con todo el mundo, fue a Lérida, donde le esperaban los antiguos partidarios de Jaime de Urgel, que le rindieron vasallaje. A lo mejor, fue porque se presentó allí fuertemente escoltado por sus tropas castellanas.
Como los préstamos se han de devolver, se fue hacia Tortosa, donde le esperaba el Papa Benedicto XIII, que le coronó como rey de Córcega, Cerdeña y Sicilia, entonces pertenecientes a Aragón y a cambio le rey le dio su apoyo en el conflicto que mantenía este pontífice contra otros Papas del momento, durante el llamado Cisma de Occidente.
La revuelta de Jaime de Urgel hace que se retrasen las Cortes catalanas, lo cual produjo que también se retrasase su reconocimiento por los demás reinos y no concluirá este proceso hasta 1414. Jaime estuvo respaldado por una parte de la nobleza federal catalana, los cuales contrataron unos mercenarios de origen inglés y francés, que lograron tomar algunas plazas.
Para poder vencer a su oponente, Fernando, contó desde el principio
con la mayoría del Ejército de Aragón y buena parte del de Castilla. Así la sublevación pudo ser vencida con mucha rapidez.
En ese año, fue coronado en Zaragoza en una magna ceremonia que se inició con una procesión desde el Palacio de la Aljafería hasta la Seo. Dicen que les quiso dar una lección y para ello no reparó en gastos.
Los puntos destacados de su pequeño reinado fueron sanear la economía y la administración de la Corona. Reformas municipales para una mayor participación ciudadana. Aumento del poder de los monarcas, lo cual fue siempre algo muy contestado en esos reinos.
Heredó una serie de reinos que estaban en un estado caótico, debido a la alta inflación, el bandolerismo, la mala administración, la anarquía, etc. Consiguió vencer casi todos esos problemas y dejó un reino en un estado infinitamente mejor que en el que lo halló.
Sin embargo, no tuvo más remedio que permitirles a algunos nobles que maltrataran a sus vasallos, para no perder el apoyo de los aristócratas. Es lo que se llamó el régimen pactista.
Por otra parte, dejó que ascendiera un peldaño el grupo formado por el patriciado urbano y la pequeña nobleza, dispuestos a participar en ciertas tareas del Estado.
No obstante, siempre tuvo problemas a la hora de solicitar nuevos fondos a las correspondientes Cortes. Especialmente, con los catalanes.
Lo más importante es que el establecimiento de una  sucesión clara en esta nueva dinastía le dio gran estabilidad a la Corona. Dado que, en períodos anteriores, la falta de sucesión había provocado varias guerras civiles.
No obstante, aunque Catalina de Lancaster, estaba deseando perderle de vista, nunca renunció a su regencia sobre Castilla.
Tampoco dejó nunca sus grandes patrimonios en su reino de origen, lo que le dio, en la práctica, un gran poder en Castilla.
Con una buena visión política, se dedicó a buscar acomodo a su numerosa prole. Así, a Juan lo colocó como virrey de Sicilia, terminando con la guerra civil producida desde la muerte de Martín el Joven, hijo de Martín I el humano, y que murió antes que su padre. Luego, se casó con Blanca, la viuda del joven Martín. También tomó posesión del reino de Nápoles.
Al resto de sus hijos, llamados en Castilla los “Infantes de Aragón”, o sea, Enrique, Pedro y Sancho, los colocó como grandes maestres de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara. Todo un auténtico chollo en esa época. En el caso de Enrique, también le colocó en el Consejo Real de Castilla, para no perder de vista el trono castellano.
A sus hijas María y Leonor las casó con los futuros reyes de Castilla y de Portugal, que tampoco está tan mal.
En lo tocante a la política exterior, pese a haber sido apoyado por el Papa Benedicto XIII, muy pronto dejó de serle fiel y tomó el camino que, a su modo de ver, le podría interesar más al Cristianismo.
Se reunió con este Papa en 1414 y también al año siguiente, para intentar convencerle para que abdicara, pero no lo consiguió.
Tras el Concilio de Constanza, en 1414, que destituyó a los 3 Papas del momento y nombró uno nuevo, el rey Fernando I, se entrevistó con el emperador Segismundo, el cual le encargó que se volviera a entrevistar con Benedicto XIII, pero no consiguió nada del Pontífice. También se reunió con el rey Carlos VI de Francia, para hablar sobre este asunto.
Así que Fernando dio orden de retirar su apoyo a Benedicto XIII, también llamado el Papa Luna, con lo que Aragón, que hasta entonces había navegado a contracorriente del resto de los reinos europeos, volvió a ser tenido en cuenta para tomar cualquier decisión. Sobre todo, en el área mediterránea. A partir de entonces, Benedicto XIII se retiró a su castillo de Peñíscola hasta su muerte.
Otros aspectos interesantes de su política exterior fueron la firma de treguas con la habitual enemiga, Génova, y con Narbona. También firmó tratados de paz con los reyes de Egipto y de Túnez. Así se puso desarrollar mejor el comercio marítimo de su reino.
En 1416, cuando fue a dirigirse a las Cortes catalanas, tuvo un fuerte altercado con alguno de sus diputados, encabezados por Joan Fivaller. Éstos le exigieron que pagara los impuestos generales
por entrar en Cataluña y él se negó rotundamente, al considerarse exento. Tras muchas y fuertes discusiones, hubo de pagarlos y abandonó Barcelona con muy mal humor.
Algunos dicen que estas discusiones alteraron su ya precaria salud y enfermó cuanto se hallaba en Igualada, muriendo unos días después, con sólo 36 años. Ya no hubo problemas sucesorios, pues  el rey tenía 7 hijos, así que ésta recayó en su primogénito, Alfonso, el futuro Alfonso V, al que le dediqué hace tiempo otro de mis artículos.
En cuanto a su descendencia, como ya he dicho antes el primogénito fue el rey Alfonso V, llamado el Magnánimo. Como Fernando nunca quiso que sus hijos perdieran sus derechos sucesorios en Castilla casó a Alfonso  con María, hija de Enrique III y heredera directa del trono, en el caso de que Juan II muriera sin descendencia. Como estáis viendo, aquí nadie daba una puntada sin hilo.

A este le sucedió en el trono su hermano Juan II de Aragón y de Navarra, por su matrimonio con Blanca. Este fue el padre de Fernando el Católico.
Enrique fue conde de Alburquerque, duque de Villena y gran maestre de la Orden de Santiago.
Sancho, solamente fue gran maestre de la Orden de Alcántara.
Leonor casó con Duarte I de Portugal y María con Juan II de Castilla. Este último rey, en su segundo matrimonio con Isabel de Portugal, serían los padres de Isabel la Católica.

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