ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 13 de agosto de 2016

WALTHER RATHENAU, OTRO ALEMÁN ASESINADO POR LA ULTRADERECHA



Esta vez voy a dedicar este artículo a un político alemán de cuyo nombre, posiblemente, no hayáis oído hablar nunca, Walther Rathenau.
También quería mostrar en este artículo que, en la sociedad alemana de su tiempo, había muchos judíos tan integrados como él. Esa fue una de las razones por las que sorprendió aún más la persecución asesina que llevó a cabo contra ellos el régimen nazi.
Nació en 1867 en Berlín, en el seno de una familia muy acomodada. Su padre fue el fundador y presidente de la famosa empresa alemana AEG y su madre fue la hija de un importante empresario industrial textil.
Nuestro personaje estudió Física, Química y Filosofía en Berlín y en Estrasburgo, la capital de Alsacia. Por aquel entonces, desde la Guerra Franco-Prusiana, perteneciente al Imperio Alemán.
Como es costumbre en algunos países de Europa, el joven, tras acabar sus estudios universitarios, continuó su formación trabajando en varias empresas del mismo sector que la AEG, en Alemania y Suiza.
Después de 10 años, trabajando lejos de la casa familiar, se incorporó a la empresa de su padre como responsable de las exportaciones de la misma. En ese puesto, se ganó un gran prestigio como directivo.
En 1915, se hizo cargo de la empresa AEG, como presidente de la misma y pasó a ser uno de los empresarios más importantes de su país.
Durante la guerra, se ofreció al Gobierno, junto con otros empresarios alemanes, para ayudar a que llegaran de alguna forma las materias primas necesarias para la subsistencia de Alemania. Lo cual era muy complicado a causa del bloqueo naval impuesto por el Reino Unido.
A pesar de que él siempre fue un convencido nacionalista alemán, su origen judío y su gran riqueza hacía que la gente de los grupos de ultraderecha le odiaran a muerte.
Comenzó su carrera política fundando el Partido Democrático, que aspiraba a representar a la burguesía industrial y liberal.
Con la llegada de la famosa República de Weimar, pasó a ser ministro para la Reconstrucción, para ocupar, posteriormente, la cartera de Asuntos Exteriores.
Eso fue lo que le permitió acudir a varios foros internacionales y reunirse con personalidades de otros países. Era partidario de pagar las compensaciones a las que Alemania se había
comprometido en el Tratado de Versalles, que, por cierto, terminó de pagar en 2010. Esto no hacía ninguna gracia a sus enemigos, que iban creciendo poco a poco.
Realmente, este hombre era muy curioso. Por una parte, no le gustaban nada ni los socialistas ni los comunistas. Sin embargo, en algunas fotos se le ve un notable parecido con Lenin.
Por otra parte, aunque los soviéticos no eran “santo de su devoción”, por el bien de Alemania, firmó con ellos el conocido como Tratado de Rapallo, que fue enormemente importante para Alemania.
Aunque parezca mentira, tras las I Guerra Mundial, la URSS, se veía igual de aislada que Alemania. Esto era debido a que los aliados no confiaban en las nuevas autoridades comunistas que habían expulsado al zar del trono.
Por ello, intervinieron en la Guerra Civil de Rusia, en el bando del Ejército Blanco y, posteriormente, le exigieron al nuevo Gobierno que pagara la deuda del antiguo régimen zarista con los países acreedores. Algo que no consiguieron nunca.
Parece ser que en abril de 1922, coincidieron en la Conferencia de Génova, las autoridades de Alemania y la URSS, junto con los países aliados.
Ahí comenzaron los contactos que dieron lugar al Tratado de Rapallo. Ambos países quedaron fuera de las negociaciones entre los vencedores de la guerra y se trasladaron a un balneario italiano que había en la ciudad de ese nombre.
De ese modo, se comprometieron a establecer sus relaciones diplomáticas, renunciar a cualquier disputa anterior entre ambos y desarrollar la mutua cooperación económica.
Evidentemente, esto no gustó nada ni a Francia, ni al Reino Unido, que estaban a favor de bloquear internacionalmente a estos dos países para que pagaran lo que les habían exigido.

Lógicamente, no publicaron una de las cláusulas del tratado de Rapallo, por la cual, los rusos, permitirían a los alemanes que entrenasen sus tropas dentro de sus fronteras. Así no podrían ser vigiladas por los aliados.
De este modo, el Ejército alemán, se pudo saltar a la torera las cláusulas del Tratado de Versalles, llevando a sus efectivos a practicar dentro del territorio ruso, junto con las fuerzas armadas de ese país. Incluso, se le cedió una base aérea a los alemanes.
Como a la URSS no le afectaba ese tratado, pues pudieron desarrollar su armamento sin ninguna cortapisa.
De hecho, dicen que  la famosa “guerra relámpago” fue un invento ruso, que copiaron los alemanes, cuando coincidieron de maniobras con ellos.
También pudieron apreciar los dos ejércitos los efectivos y el material de que disponía cada uno. Algo que les sería de mucha utilidad, tras la invasión de la URSS, por parte de Alemania.
También, mediante este tratado, los alemanes tuvieron acceso a las enormes materias primas con las que contaba la URSS, mientras que los rusos se pudieron beneficiar del desarrollo de la tecnología alemana.
Esto también benefició claramente a Alemania, pues casi pudieron trabajar en monopolio, ya que en la URSS no entraba la tecnología desarrollada por otras potencias.
Es posible que muchos alemanes de tendencia nacionalista no entendieran el beneficio que reportaba este tratado para Alemania. Así que la opinión pública nunca estuvo muy de
acuerdo con él.
Curiosamente, nuestro personaje de lo que más presumía era de ser muy nacionalista. Incluso, se metía con muchos judíos, porque no tenían ningún interés en integrarse con el resto de la sociedad y decía de ellos que eran “una banda de extranjeros vestidos de manera demasiado extravagante, que hacen banda aparte”.
Este hombre luchó contra un problema muy habitual, que se suele dar en el centro y norte de Europa, donde la gente tiene tendencias más racistas. Lo difícil no es que tú quieras integrarte, sino que los demás te acepten. Desgraciadamente, a él nunca lo aceptaron como un
alemán más.
El nazismo le reprochó como una traición que se le ocurriera instalar fábricas alemanas dentro de la URSS. Nunca quisieron entender su sutileza diplomática, que tanto estaba beneficiando a Alemania.
Lógicamente, no podían ir pregonando que estaban mandando a sus tropas a entrenarse a Rusia. Fuera de las miradas curiosas.
Todos estos actos fueron muy importantes a fin de reconstruir el poderío económico de Alemania, destruido tras la I guerra Mundial. También le vino muy bien a los líderes nazis para lanzar al país a una nueva guerra mundial. Este tratado estuvo vigente hasta la llegada al poder
de los nazis.
El 24/06/1922, día de San Juan, poco tiempo después de la firma de ese tratado, se produjo su asesinato.
Cuando, esa mañana, conducía su coche desde su domicilio, en Grünewald,  hasta su despacho en el Ministerio, como solía hacer habitualmente, fue atacado por unos individuos.
Su coche, que estaba siendo vigilado desde un desvío de la carretera,  fue adelantado por otro, en el que iban tres asesinos, los cuales ametrallaron el vehículo de Rathenau y, cuando
éste se paró, lanzaron una granada de mano en su interior, antes de salir corriendo.
Aunque, en un principio, se sospechó que los autores o instigadores del crimen, podrían haber sido los mismos que habían asesinado el año anterior al político Erzberger, esta vez se trataba de miembros de otra organización de ultraderecha de las muchas que había entonces en ese país.
Estos cuerpos de veteranos, que regresaban de la guerra y que se llamaban a sí mismos “freikorps”, se dedicaron a llevar la violencia
por toda Alemania. Entre 1919 y 1922 se contabilizaron 354 atentados realizados por estos grupos.
Algunos de sus enemigos  acusaban a nuestro personaje de haber hecho un peligroso tratado con los soviéticos.
Decían que, por entonces, la URSS, buscaba un buen aliado para asaltar Occidente. El primer paso sería sovietizar Alemania, como ya intentaron en Baviera.
También cuentan de él que era una persona muy contradictoria. Decía soñar con un mundo regido por la Economía y que pusiera fin a las nacionalidades. No obstante, él se confesaba un alemán muy nacionalista.
Sin embargo, lo veían como todo un símbolo de la derrota y las malas consecuencias que había traído para Alemania.
Durante su funeral, el canciller Wirth, pronunció estas palabras: “¡He aquí al enemigo que destila
veneno por las arterias del pueblo! ¡Aquí está ese enemigo! Y no hay duda ¡está a la derecha!”.
Sus asesinos, los antiguos marinos Kern y Fischer, fueron buscados por la Policía. Al principio, se ofreció por ellos una recompensa de 1.000.000 de marcos, que luego subió a 4.500.000.
Finalmente, fueron localizados en un castillo, cuyo propietario era el escritor alemán Hans Stein.
Kern cayó muerto durante el tiroteo, mientras que Fischer se suicidó antes de ser capturado por la Policía.
Por otra parte, en relación con este asesinato, fue detenido el escritor Ernst von Salomon, antiguo cadete de la Armada y también miembro de esa organización
extremista. Se le acusó de haber comprado el coche con el que se realizó el atentado, aunque no participara en él.
Tras el juicio, fue condenado a cinco años de cárcel, aunque sólo cumplió tres, pues en 1928 fue amnistiado.
Ese clima de violencia en Alemania, donde había más de 6.000.000 de parados, que se dedicaban a vagar por las calles, fue el terreno donde, desgraciadamente, creció con fuerza el nazismo.
Todos los individuos que formaron los freikorps no fueron luego nazis, pero sí la inmensa mayoría de ellos.
Entre los más conocidos, podemos mencionar a Heydrich, Himmler, Rudolf Hess, Martin Bormann.
Sin embargo, otros conocidos miembros de los freikorps, que pasaron a ser nazis,  fueron asesinados en la llamada “noche de los cuchillos largos”.
Como no quiero alargar demasiado este artículo, ya hablaré en otra ocasión de estos grupos.
Espero que os haya gustado y también me gustaría leer vuestros comentarios.

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