ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 29 de marzo de 2016

EL PRESIDENTE WILSON, UN PACIFISTA QUE TUVO QUE ENTRAR EN UNA GUERRA



En una etapa como ésta, donde parece que las guerras son algo irremediable y que se dan por todas partes, me ha apetecido traeros al blog a un personaje que abominaba de ellas y que puso todo su empeño para que la guerra mundial que padeció fuera la última.
Nuestro personaje de hoy, Tomas Woodrow Wilson,  nació un día de 1856 en un pueblo  de Virginia, llamado Staunton, en la zona oriental de los USA.
Su padre fue uno de estos tipos raros, que parece que sólo los hay en ese país. Se trataba de un pastor presbiteriano, muy versado en Teología, que, a la vez, siempre fue un gran admirador de las ideas del suizo Rousseau y, concretamente, de su famosa obra “Emilio”.  Quizás, por eso mismo, no consintió que su hijo aprendiera a leer hasta los 9 años.
Seguramente, el niño encontraría muchas diferencias entre la educación recibida de su padre y lo que veía por la calle, pues había nacido en un Estado sudista y esclavista en plena guerra de Secesión o guerra civil de USA.
Parece ser que su padre le inculcó, desde muy pequeño, las ideas de tratar a cada de igual manera, ayudar a los más débiles y sostener esas ideas éticas a cualquier precio.
Desconozco cómo fue a parar allí. Lo cierto es que comenzó sus estudios superiores en la prestigiosa y selecta Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. Es posible que se decidiera por ella, porque fue fundada por presbiterianos.
Tras su graduación, en 1882, abrió un despacho de abogado en Atlanta, Georgia. Otra vez había vuelto al Sur.
Lo cierto es que no se le dio muy bien. Así que se decidió por dar clases en varios centros universitarios.
En 1889, volvió a Princeton, donde impartió clases de Jurisprudencia y Economía. A la vez, se dedicó a escribir artículos donde criticaba sobre la política de USA.
Ya en 1902, fue elegido presidente de esa prestigiosa universidad. Algo muy importante para un intelectual norteamericano.
El problema es que allí intentó aplicar algunas de las ideas que le inculcó su padre. Intentó que vivieran igual de cómodos los estudiantes de familias adineradas y los procedentes de familias modestas. Algo que no pudo conseguir, porque, en  ese centro, las diferencias sociales estaban muy marcadas.
No obstante, alguien le dio otra oportunidad. El Partido Demócrata le ofreció presentarse como candidato por su partido al puesto de gobernador de Nueva Jersey. Ahí tuvo más suerte y salió elegido.
Parece ser que agradó mucho a sus nuevos amigos y no se lo pensaron mucho a la hora de presentarlo, sólo dos años después, como candidato a la presidencia de USA.
Esta vez, tuvo que competir con el presidente republicano, William Taft, y con un antiguo presidente, Teddy Roosevelt, que había ganado mucha popularidad durante su mandato.
Como todos sabemos, nuestro personaje llegó en 1913 a la Casa Blanca. Comenzó su mandato con un nuevo estilo de gobierno. Empezó por acudir en persona al Congreso para convencer directamente a los diputados. Algo muy inusual en la política de ese país.
Evidentemente, fue más de una vez a esa cámara a buscar los apoyos que le hacían falta para poder batallar contra los grandes poderes fácticos del país, como eran la industria y la Banca.
Contra los primeros usó cierto desarme arancelario. Para contrarrestar el poder del sector financiero, fundó la Reserva Federal.
Aparte de ello, creó una política que protegía más los derechos laborales  de los trabajadores y sacó los fondos para aplicarla a base de aumentar los impuestos a las clases más adineradas.
Tras el estallido de la I Guerra Mundial, declaró: “No tenemos nada que ver con la guerra europea y sus causas no nos conciernen”.
Lo cierto es que, en USA, siempre han mirado un poco por encima del hombro a Europa, calificándola como un continente donde, periódicamente, se mata la gente.
Así y todo, ya, por aquella época, la tercera parte de la población era inmigrante. Me refiero, claro, a los inmigrantes recientes, porque allí son todos inmigrantes, menos los indios.
Así que los de ascendencia británica, querían ir con los británicos. Sin embargo, los irlandeses, querían lo contrario.
En el caso de los polacos y los judíos, que abundaban, no querían ni ver al zar de Rusia, ya que se habían tenido que ir de su tierra a causa de su dura política contra ellos.
En cambio, los de origen germánico apostaban por ayudar al káiser. No hay que olvidar que, hoy en día, se calcula que hay unos 50 millones de personas en USA que tienen esa procedencia. Lo cual es para pensárselo.
Así y todo, el presidente Wilson, no se apartó de su política de neutralidad y no quiso apoyar a ninguno de los dos bandos en conflicto.
Los alemanes se lo pusieron siempre muy difícil, pues, aparte de los frecuentes ataques de los submarinos a los mercantes de bandera USA, en 1915, hundieron el trasatlántico Lusitania, donde perdieron la vida 128 ciudadanos USA.
Increíblemente, Wilson, no aprovechó este hecho para declarar la guerra a Alemania, como le pedían muchos de sus conciudadanos. Se limitó a presionarles y conseguir que la Armada alemana dejara de atacar a los barcos con bandera de USA.
En 1916, se presentó a la reelección. Esta vez, competía contra el republicano Hughes, que le acusaba de cobardía, apoyado por el expresidente Teddy Roosevelt. De todas formas, volvió a ganar, gracias a sus victorias en los Estados de la costa del Pacífico.
Comenzó su segundo mandato intentando que los dos contendientes firmaran un armisticio, pero no consiguió nada.
Sin embargo, a finales de enero de 1917, la Armada alemana le hizo llegar un aviso de que volverían a hundir las naves de cualquier país que navegaran por las aguas de los aliados.
Para rematar el rizo, por aquella época, se conoció un famoso documento llamado “Telegrama Zimmermann”.
Se trataba de un telegrama enviado desde el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania a su embajador en México.
En él, se daban instrucciones al embajador alemán para que negociara con México una posible entrada en la I Guerra Mundial, en su bando, lógicamente, y Alemania haría lo posible para que recuperara sus territorios perdidos, correspondientes a los Estados de Texas, Nuevo México y Arizona. Curiosamente, en el citado documento, no se mencionaba a California.
Parece ser que este documento fue interceptado por los británicos y mostrado de una forma indirecta al Gobierno USA.
En un principio, tras publicarlo en la prensa, se pensó que podría tratarse de una falsificación británica, sin embargo, unos días más tarde, el ministro alemán, confirmó la veracidad del mismo y eso provocó la indignación nacional en USA.
Así que a nuestro personaje no le quedó más remedio que acudir al Congreso para exigir que todas las naves civiles se artillaran, para repeler los frecuentes ataques de los submarinos.
Unos días después, acudió de nuevo a la Cámara para pedir a los diputados que declararan la guerra a Alemania. Cosa que se aprobó sólo cuatro días después.
A pesar de que habían conseguido embarcarle en una guerra, Wilson, no abandonó sus principios y se puso a redactar sus famosos “Catorce Puntos”, para conseguir una paz duradera en Europa.
A pesar de los buenos deseos del presidente USA, sus aliados no estaban por la labor y no  iban a dejar que Alemania se escapara de la guerra, como si no hubiera pasado nada.
No obstante, a Wilson no se le puede decir que no lo intentara. De hecho, hizo algo inesperado, dejó los USA y se instaló más de 6 meses en Europa.
Intentó ejercer como mediador entre las partes y perdió ese apuesta. Nadie parecía necesitarlo.
Al principio, todo pareció bien, pero luego, los otros tres aliados, presentaron las "facturas" que debía pagarles Alemania.
En lo único que se pusieron de acuerdo fue en la creación de la Sociedad de Naciones, con la intención de poder manejarla, según les conviniera, como hacen ahora con la ONU.
Hasta el mismo Senado de USA se manifestó en su contra y se opuso a que su país entrara en ese Organismo.
Todo este aluvión de trabajo hizo que enfermase, pillando una apoplejía, que le dejó paralitico durante mucho tiempo.
Ya no pudo intervenir en las elecciones de 1920 y esta vez ganaron los republicanos y el tradicional aislacionismo internacional de USA.
Tras esa derrota electoral, le fue concedido el Premio Nobel de la Paz, pero eso no le consoló de su fracaso. Muriendo tres años después.
Lo cierto es que, si le hubieran hecho caso, igual no se hubiera firmado el famoso Tratado de Versalles, en los términos en que se redactó, y es posible que no hubiera tenido lugar la II Guerra Mundial, con las decenas de millones de víctimas que provocó.

miércoles, 23 de marzo de 2016

EL GRUPO ANTINAZI LLAMADO CÍRCULO DE SOLF



Como ya he dicho en otros anteriores artículos, no todos los alemanes fueron partidarios de los nazis. Al contrario, a pesar del férreo control de la población, ejercido por el régimen nazi, hubo mucha gente que le opuso resistencia. Cada uno a su manera.

Para empezar, ese nombre tan raro que tenía este grupo, se debía a que su fundadora fue Hanna Solf, una persona perteneciente a una familia con gran influencia en Alemania. Dedicada
al mundo industrial y financiero.

Su nombre de soltera fue Johanna Susanne Elisabeth Dotti. Lo cambió, tras su matrimonio con el diplomático y especialista en culturas orientales Wilhelm Solf.


Wilhelm fue muy conocido en Alemania, por haber sido ministro de las Colonias, durante el reinado del káiser, Guillermo II,  y, más tarde,  hasta 1928, embajador de  Alemania en Japón.

Aparte de haber sido, anteriormente, gobernador de varias de las colonias alemanas, como Samoa. Donde, según parece, dejó un buen recuerdo de su gestión.

A la muerte de éste, Hanna, organizó un grupo de gente opuesta al nazismo. Solían reunirse en su casa y conversaban sobre diversos temas. Al estilo de los famosos “salones” de la Ilustración.

Algunos de los miembros del llamado “Círculo Solf” procedían de un antiguo grupo, llamado “SeSiSo Club”. Ese nombre estaba formado por el anagrama de los apellidos de sus fundadores: Hans von Seeckt, Walter Simons y Wilhelm Solf, su difunto esposo.

Ese club siempre tuvo poca influencia política, pues a sus reuniones, asistían personas de todas las ideologías y tuvo su etapa de apogeo en los años 20. Celebraban sus reuniones en un hotel de Berlín.
Volviendo al Círculo Solf, se puede decir que a sus reuniones acudían
personas de diversos sectores como banqueros, intelectuales, militares, diplomáticos, etc.

A pesar de no tener demasiada influencia, sí que consiguieron esconder a muchos judíos y lograr que escaparan de las garras de los nazis.

Parece ser que algunos de ellos mantuvieron relaciones cordiales con el llamado Círculo de Kreisau, al que dediqué, hace tiempo, otro de mis artículos.

Por lo que se ve, no eran un grupo de personas con una ideología concreta, como otros grupos de carácter comunista, sino, simplemente, un grupo de gente preocupada por la marcha y el futuro de su país.

Lo único que tenían en común es que casi todos ellos eran miembros de la nobleza y la alta burguesía de Alemania. Este detalle es muy curioso, porque también fueron miembros de este mismo colectivo social los que llevaron a Hitler al poder. Es de suponer que no fueran los mismos que se reunían en este círculo.

Todo les iba muy bien, hasta que un día se les ocurrió reunirse en la ciudad de Heidelberg, invitados a tomar un té con la Sra. Solf. Eso fue el 10 de septiembre de 1943.

Parece ser que, aunque no lo sospecharan,  la Gestapo ya andaba tras ellos. Así que alguien invitó a esa reunión a un joven médico suizo, llamado Paul Reckzeh, el cual, según se comprobó después, era un agente de la Gestapo.
A partir de aquí, todo fue un desastre total. Aunque los miembros del grupo consiguieron huir, los nazis los capturaron a casi todos.

A mediados de enero de 1944, ya los habían encarcelado. Esto tuvo unas graves consecuencias que ahora veremos.

Uno de los detenidos más importantes fue Otto Kiep, un conocido diplomático, que, además, tenía varios amigos en las filas de la Abwehr, uno de los servicios alemanes de Inteligencia.

Seguramente, por ello, la Gestapo, ordenó que dos de estos espías, Erich Vermehren y su esposa, Elizabeth von Plettenberg, los cuales se hallaban destinados en Estambul, volvieran urgentemente a Berlín.

Es posible que alguien les avisara, así que no se atrevieron a regresar y, encima, no se les ocurrió otra cosa que entregarse a los británicos.

Como a la SS le faltó tiempo para ir con el chivatazo ante Hitler, pues éste llamó inmediatamente a su presencia al jefe de ese servicio, el famoso almirante Canaris.

Parece ser que hubo una fuerte discusión ente ambos personajes y el almirante llegó a decir que no le sorprendía que desertaran sus agentes, porque Alemania estaba perdiendo la guerra. Hay que reconocer que este hombre le echó mucho valor al asunto. En aquella
época, se cargaban a la gente por mucho menos.

Hay que suponer que eso le sentaría como un tiro a Hitler, así que le destituyó fulminantemente de ese cargo y, posteriormente, el 18/02/1944, suprimió ese servicio de Inteligencia. Dándole mayor poder a los servicios controlados por Himmler.

Eso fue una lástima, pues, dentro de la Abwehr, había varios agentes judíos, que habían  conseguido ayudar a muchos de los suyos a cruzar la frontera con Suiza.
También, se dice que el propio Canaris dio varias informaciones falsas a Hitler, para que no invadiera Suiza e, incluso, hizo gestiones ante Franco, para que no dejara pasar a las tropas alemanas a través de España.

Volviendo al grupo a quien dedico este artículo, me gustaría enumerar algunos de sus integrantes. Aparte de la fundadora, Hanna Solf, y su hija, Lagi von Ballestrem, que fueron de las pocas que se salvaron de ser ejecutadas,  tenemos algún que otro personaje más o menos conocido, a los que me referiré más adelante.
El caso de Hanna y su hija fue muy curioso, pues las detuvieron y las encerraron en el campo de concentración de Ravensbrück, sufriendo torturas habitualmente.

Más tarde, fueron trasladadas a otra prisión, en espera de juicio, el cual se demoró a petición de un antiguo amigo suyo, el embajador de Japón en Alemania.
Se salvaron, porque, durante un bombardeo aliado sobre Berlín, las bombas alcanzaron la propia sala del juicio, matando al sanguinario juez Freiser y quemando toda la documentación de la causa contra Hanna y su hija. Así que continuaron encerradas en esa prisión hasta que las liberaron los rusos. Desgraciadamente, ambas murieron pocos años después, debido al maltrato sufrido durante el período en que estuvieron encarceladas.

Una de las miembros del grupo fue Elisabeth von Thadden, la cual fue una famosa pedagoga, que fundó varios colegios para niños protestantes. Ella misma era una conocida opositora al régimen nazi, por lo que el Gobierno no dudó en cerrar sus colegios.

Más tarde, se unió a otros teólogos con la intención de impedir que el régimen nazi se apoderase de toda la Iglesia protestante de Alemania. De esa forma, crearon la llamada Iglesia Confesante.

Seguramente, ya llevarían tiempo tras ella y la capturaron en territorio francés, con el argumento de haber asistido a las reuniones del grupo de Solf.
Fue internada en Ravensbrück, donde la interrogaron de una manera salvaje. Parece ser que, en un principio, la intención de los nazis no era matarla. A lo mejor, es porque no querían que empeoraran sus relaciones con la iglesia protestante. Más tarde, tuvo lugar el famoso complot fallido de von Stauffenberg, el cual aprovecharon los nazis para eliminar a mucha gente, que les estaba molestando.
Así que la llevaron ante el juez favorito de Hitler, Freiser, para que, como siempre, en un simulacro de juicio,  lógicamente, la condenara a muerte. Poco después, fue ejecutada.

Posiblemente, como ya he mencionado anteriormente, uno de los objetivos prioritarios de los nazis, para forzar esas detenciones, fue la detención de Otto Kiep. El cual fue capturado a mediados de enero de 1944.

Este era un personaje importante. Nacido en Escocia e hijo de aristócratas y de profesión diplomático. Trabajó en varias misiones importantes, como en el Comité de no Intervención en la Guerra Civil española. También fue  jefe de prensa del Gobierno del III Reich, aunque siempre fue un conocido anti-nazi.

En un principio, no lo asesinaron, pero sí lo sometieron a terribles interrogatorios, donde no consiguieron sonsacarle nada.

Más tarde, tras el fallido atentado, ya mencionado, su nombre apareció en las listas de los conspiradores.

A partir de ahí, lo llevaron ante el famoso juez Freisler, al que ya dediqué otro de mis artículos,  y ya nos podemos hacer idea del resto.

Es curioso, porque este juez empezó siendo miembro del Partido
Comunista y dicen que dictaba mecánicamente condenas a muerte para hacer méritos dentro del Partido Nazi.

Otra de las participantes en ese Círculo fue Isa Vermehren, que empezó siendo una conocida cantante de cabaret, donde a veces, hacía mofa de los nazis.

A causa de la deserción de su hermano, Erich,  ella y su familia,  fueron encerrados, sucesivamente,  en los campos de concentración de Ravensbrück, Büchenwald y Dachau.

Posteriormente, la llevaron en el famoso “Convoy de los prisioneros de los campos de concentración del Tirol”.

Para el que no conozca esa historia, puedo mencionar que los de la SS organizaron ese convoy, seleccionando prisioneros importantes, para un posible canje, pero con instrucciones concretas de matarlos, si no se producía el mismo. Menos mal que un oficial del ejército alemán llegó a tiempo y les arrebató esos prisioneros a los criminales de las SS y así pudieron salvar sus vidas.

Afortunadamente, los nazis tampoco habían podido  probar nada contra ella y no la ejecutaron, como hicieron con los demás. Tras la guerra se hizo religiosa.

Wilhelm Staehle, fue un militar que participó en varias guerras. Con la llegada del nazismo ya estaba jubilado. No obstante, en un principio, apoyó la llegada de Hitler al poder.

Tras ver el trato que daba a los religiosos y a los judíos, como él era un miembro muy conservador de la Iglesia calvinista no lo pudo soportar y se apuntó a ese grupo.

También fue arrestado, pero no fue llevado ante el citado juez hasta que falló el complot. Parece ser que los nazis aprovecharon ese complot para quitarse del medio a todos los opositores que consideraban molestos y, con ese argumento, consiguieron que la opinión pública alemana estuviera de su parte.

Otro de los miembros de este grupo fue un sacerdote católico llamado Bernhard Lichtenberg. Precisamente, de este hombre no se puede decir que se callara ante las autoridades nazis, como hicieron muchos de sus colegas católicos y protestantes. Algo de lo que tuvieron que arrepentirse muchos de ellos, en la posguerra.

Protestó de igual forma contra la persecución a los judíos, la situación en los campos de concentración, el programa para asesinar a los discapacitados, etc.

En 1942 fue detenido y condenado a dos años de cárcel. Le enviaron a varios campos de concentración y acabó falleciendo en el traslado de uno a otro, dada su avanzada edad y su grave estado de salud. Fue beatificado en 1996.

Otro de los miembros de este círculo fue Rudolph Pechel. Este fue un conocido periodista, que se hizo famoso por ser el director de la revista semanal “Deutsche Rundschau”, portavoz de los conservadores que se oponían a la política del Gobierno nazi.

Sus críticas al régimen le llevaron a ser detenido y encarcelado en el campo de concentración de Sachsenhausen. Pasó por varias cárceles hasta el fin de la guerra.

Incluso, aunque fue acusado de traición y llevado ante el “eficaz” juez Freisler, no pudieron probar ese cargo. No obstante, en lugar de ponerlo en libertad, lo volvieron a encerrar en otro centro. Consiguió salir vivo del conflicto y, en la posguerra, se volvió a dedicar al periodismo.
 
El caso de Albrecht Graf von Bernstorff era el de un noble ale
mán, que se dedicó siempre a la diplomacia y estuvo destinado en varias embajadas de su país en el extranjero.

Posiblemente, por tener buenas relaciones con los británicos, fue detenido, por vez primera en 1940 y enviado a Dachau.

Tras su puesta en libertad, volvió a ser detenido en 1943, por haber ayudado a huir a muchos judíos y por su pertenencia a varias organizaciones anti-nazis. También es preciso decir que se trataba de una persona muy religiosa.

Pasó por varios campos de concentración hasta el fallido intento de asesinato de Hitler, tras el cual lo torturaron salvajemente hasta que lo asesinaron en 1945.

Richard Kuenzer fue un jurista y diplomático, hijo de un conocido industrial alemán. Debido a su trabajo, estuvo destinado en varios países, representando a Alemania.

Tras la llegada de los nazis al poder, estuvo en varios círculos opositores al régimen. A causa de ello, fue encarcelado en el campo de Ravensbrück.

Después del fallido atentado contra Hitler, se supo que era uno de los implicados en ese complot. Así que fue juzgado y ejecutado en abril de 1945, junto a otros conocidos opositores al régimen.

El general Kurt von Hammerstein-Equord fue un militar con unas opiniones bastante particulares. Se sentía un servidor del Estado, pero no de los políticos.

Siempre tuvo muy mala opinión de Hitler y desaconsejó al presidente y mariscal Hindenburg que le diera el puesto de canciller. Obviamente, no tuvo mucho éxito.

Solía decir que los nazis eran “una banda de mafiosos y pervertidos sexuales”, lo cual, es de suponer que no le gustaría nada a esta gente y seguro que ya le habían hecho una cruz negra en su lista.

Hasta 1933, fue el jefe del Ejército alemán, pero, tras la llegada de Hitler a la Cancillería, lógicamente,  le obligaron a dimitir y se jubiló.

Hitler, intentó atraérselo y, durante la guerra, le dio el puesto de comandante militar en Silesia. Más tarde, fue cesado por su oposición evidente a las órdenes del Gobierno.

Parece ser que formaba parte del Club de la Nobleza alemana y se retiró del mismo el día en que su junta directiva acató la orden de expulsar a todo el que no fuera ario.

En 1943, murió de un cáncer. Su familia rehusó que le dieran honores militares para que su ataúd no pudiera ser envuelto con la nueva bandera nazi.

Por último, para no cansaros más, aunque se podrían dar muchos más nombres, me referiré a la figura de Hilger van Scherpenberg.

Este personaje fue un diplomático alemán, que llegó a tener un elevado cargo en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
 
Como los demás, fue denunciado por asistir a aquella reunión del Círculo de Solf. Fue encarcelado, juzgado y sentenciado a dos años de prisión.

Es posible que fueran más blandos con este personaje, porque se trataba del hijo del presidente del Reichsbank, el Banco central alemán, y luego ministro de Economía del III Reich, Hjalmar Schacht.

Bueno, como habréis visto, no todos los alemanes fueron nazis. Siempre hubo opositores a su régimen, aunque también es cierto que la mayoría de la población, según parece, no se manifestó en contra.

Lo cierto es que, como todos sabemos, había que ser muy valiente para manifestarse en contra de un régimen tan dictatorial y sanguinario como el de Hitler.

En fin, espero no haberos cansado, leyendo las historias de todos los personajes que he citado. Prometo hacer más corto mi próximo artículo. Saludos y muchas gracias por haberlo leído.

lunes, 14 de marzo de 2016

LA DONACIÓN DE CONSTANTINO



En mi anterior artículo, creo que ya puse en claro la relación entre el emperador romano Constantino I y la Iglesia cristiana.
Seguramente, más de uno habrá pensado que el emperador se aprovechó de esta relación, llevando a la Iglesia a su propio terreno.
Por una parte, todo eso es cierto. Sin embargo, hoy vamos a ver cómo la Iglesia también quiso sacar una buena tajada de esa relación, amparada en los miles de fieles que seguían su doctrina.
Posiblemente, a más de uno le sonará San Silvestre por el nombre de  las maratones populares que se celebran ese día, que es el último del año.
Ese día, entre otros, se celebra la festividad del Papa San Silvestre I, contemporáneo del citado emperador.
Llegó al pontificado en el año 314, justo al año siguiente del Edicto de Milán, donde se promulgó la libertad religiosa dentro del Imperio Romano.
Parece ser que las relaciones entre este Papa y el emperador Constantino I siempre fueron bastante buenas.
Precisamente, durante su pontificado, en el 325, tuvo lugar el famoso concilio de Nicea, al que no pudo asistir el Pontífice, pero sí unos representantes suyos. Parece ser que uno de los representantes papales fue el obispo de Córdoba.
En este concilio tuvo lugar la primera condena del Arrianismo a la que se le calificó como una herejía. También se redactó el primer credo oficial de la Iglesia.
También se dice que este Pontífice fue el primero en usar la tiara papal. Esta era una especie de casco alto y puntiagudo, donde se insertaban tres coronas.
Parece ser que significaban ser el pastor universal, el juez universal y el gobernante temporal sobre sus territorios.
Con tiaras de ese tipo se han ido coronando todos los Papas hasta Pablo VI. No se utilizaban más que para la coronación o para ciertos actos solemnes, por ser algunas de ellas muy incómodas y pesadas.
También hay quien dice que lo hacían para asemejarse a los emperadores del Sacro Imperio, los cuales recibían tres coronas. Una por ser los reyes de Alemania, otra por ser los reyes de Italia y otra por ser los emperadores romanos.
Volviendo a San Silvestre I, lo cierto es que, gracias a su amistad con el emperador, logró obtener el Palacio de Letrán, que fue la primera sede papal, y la basílica, que se encuentra al lado. Considerada ahora como la catedral de Roma.
También, gracias a los generosos fondos imperiales, pudo edificar varias basílicas para el culto cristiano. Como ya comenté en mi  anterior artículo.
Con el tiempo, alguien desconocido se sacó de la manga que, al reconocer al Cristianismo, el emperador, Constantino I, también había hecho donación a la Iglesia de la ciudad de Roma, las provincias de Italia y hasta del Imperio Romano de Occidente. Creándose así el conocido como Patrimonio de San Pedro.
Este documento ya aparecía en el llamado “Libro de los Papas”. Una especie de crónica de cada pontificado. Cubre el período desde San Pedro hasta Esteban V, que ocupó esa silla entre los años 885 y 886.
En esta obra aparece la citada “Donación de Constantino”, en forma de una carta enviada por el citado emperador al Papa Silvestre I.
En ella, el emperador obliga a todos los obispos cristianos del mundo a que obedezcan al Papa de Roma y a sus sucesores en el cargo.
La carta tiene dos partes. La primera es una profesión de fe del emperador, mientras que la segunda se refiere a la citada donación.
El emperador concede al Papa y a sus sucesores el poder, la dignidad y las insignias imperiales. Aparte de ello, le concede la soberanía “sobre Roma, las provincias y las ciudades de toda Italia y de las provincias occidentales”.
Del mismo modo, le otorga a Roma la primacía sobre el resto de los patriarcados del momento. O sea, Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén.
Todo ello, quedaba fijado en un documento muy sospechoso, cuyo contenido ya les parecía falso a los eruditos medievales. Hasta el mismo Eneas Silvio Picolomini, que llegaría a ser Papa, con el nombre de Pío II, desconfiaba de él.
Sin embargo, hacia el año 850, ya era conocido y aceptado en las antiguas Galias. Por ello, se cree que no se redactó en Roma, sino en la abadía de Saint Denis, por entonces, junto a París.
Parece ser que, en 1440, el erudito Lorenzo Valla, demostró que era una falsificación, pues el lenguaje del mismo no se correspondía con el del siglo IV d. de C., sino que era muy posterior.
Por otra parte, habría que decir que este erudito nunca estuvo en muy buenas relaciones con la Iglesia, pues no le admitieron como secretario papal y publicó el citado estudio cuando ya era secretario del rey Alfonso V de Aragón, y éste se hallaba en guerra contra el Pontífice. Incluso, algunos dicen que redactó ese documento a petición del monarca.
Lógicamente, esto no se lo perdonaron nunca, pues sólo cuatro años después fue denunciado como hereje y llevado ante el tribunal de la Inquisición en Nápoles. Gracias a la intervención del monarca pudo salvarse de ser condenado por ese tribunal eclesiástico.
A lo mejor es pura casualidad, sin embargo, es cierto que los primeros protestantes se basaron en algunas de sus obras para confeccionar su nueva doctrina.
Por otro lado, también es verdad  que, en sus últimos años, estuvo trabajando para la Curia Vaticana. Es posible que lo lograra, gracias a que 8 años después de publicar el citado texto, escribió otra obra, donde se excusaba por todo aquello y prometía que no volvería a ocurrir.
Sin embargo, este documento tuvo un gran valor para la Iglesia, pues durante varios siglos consiguió que el Papado mantuviera a raya a la sociedad civil.
Fue incluido en varios textos legales y, por supuesto, también tuvo sus defensores en las personas de Arnaldo de Brescia, Guillermo de Ockam y Marsilio de Padua, que apoyaban el poder temporal del Pontífice.
Parece ser que el genial autor Umberto Eco, fallecido recientemente, al escribir su famosa novela “El nombre de la rosa”, se inspiró en Guillermo de Ockam, para dar forma al protagonista de la obra, Guillermo de Baskerville, interpretado por Sean Cornery.
Volviendo al tema de este artículo, desde que se le dio a la Iglesia la potestad de poseer, recibir o heredar todo tipo de bienes, según figura en el Código Teodosiano, los clérigos no han perdido el tiempo. Además, quizás para blindar la propiedad de estos bienes, los bautizaron como “Patrimonio de San Pedro”.
Esas posesiones pasaron primero por ser las de un gran terrateniente. Más adelante, serían las propias de una persona con mucho poder ante la sociedad. Al final, llegaron a ser, más o menos, los Estados de un soberano.
El mismo San Gregorio Magno (590-604), que antes de ser Papa fue prefecto de Roma, consolidó esas propiedades, sabiendo sacarles unos importantes beneficios, los cuales destinó a obras sociales.
Durante el comienzo de la Edad Media, el Papa, fue una especie de árbitro que se interpuso en los frecuentes enfrentamientos entre las dos potencias que ocupaban el suelo de Italia: el Imperio Bizantino y el Reino Longobardo.
El Papa, aunque ocupaba terrenos propiedad del Imperio Bizantino, nunca fue considerado como un súbdito del emperador y éste tampoco podía interferir en el nombramiento de los pontífices.
La autoridad papal era considerada como un cargo de prestigio, al ser el sucesor de los primeros Apóstoles.
A mediados del siglo VIII, los longobardos, fueron capaces de conquistar Rávena y amenazaban directamente a Roma.
Así que el Papa intentó solicitar la protección de Bizancio, pero el emperador ya tenía bastante con mantener a raya a los musulmanes.
De esa forma, el mismo Papa, Esteban II (752-757), atravesó los Alpes, con objeto de pedir la protección del rey franco, Pipino el Breve, padre del gran Carlomagno.
Este monarca franco se mostró muy dispuesto a proteger los territorios papales, porque debía su reconocimiento al Papa Zacarías, antecesor de Esteban II.
Incluso, se comprometió a entregar al Papa, los territorios del Imperio Bizantino en Italia, que estuvieran en poder de los longobardos.
Así hizo y, tras una serie de guerras, logró expulsar de esa zona a los longobardos y entregó esos territorios al Papa.
Ese fue el comienzo de los llamados Estados Pontificios. Una enorme extensión de terreno en los que se basó el poder temporal de los Papas.
Ahora, los Pontífices,  ya no tenían solamente una autoridad moral, sino que pasaron a tener una autoridad política efectiva.
Estos Estados Pontificios perduraron hasta la conquista de Roma, en 1870, durante la unificación de Italia.
El conflicto entre el Papa y el reino de Italia quedó, por fin, zanjado el 11/02/1929, tras la firma de los Pactos Lateranenses. Con ello, se creaba el nuevo Estado del Vaticano.
Por parte del Vaticano, firmó ese documento el cardenal secretario de Estado, Pietro Gasparri. A lo mejor, el representante del reino de Italia os suena algo más. Se trató nada menos que de Benito Mussolini.
Un curioso documento, el cual estuvo vigente, aunque se demostrara su falsedad, durante varios siglos.