ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

miércoles, 22 de junio de 2016

LOS PIRATAS DE EDELWEISS, OTRO GRUPO ANTINAZI



Siguiendo con aquel ciclo que comencé hace tiempo, sobre grupos anti-nazis, esta vez os traigo al blog un grupo de esos que no habla casi nadie.
Tras la llegada de Hitler al poder en Alemania, se crearon una serie de grupos para que su partido único controlara, desde dentro, la sociedad alemana de la época.
Desde el punto de visto juvenil, el más importante, sin duda, fue el de las Juventudes Hitlerianas.
No obstante, hay que aclarar que esta organización ya existía antes de 1933, año de la llegada de Hitler al Gobierno alemán. Puede parecer extraño, pero no lo es. Los nazis pretendían crear un estado de opinión a su favor y lo intentaron a todos los niveles. En este caso, se valieron de la mentalidad inmadura de los niños para meterles sus ideales en la cabeza.
Se cree que se fundó en 1926, con muy pocos integrantes. Sin embargo, en 1932, ya llegaban casi a los 108.000. En 1934, ya eran 2.300.000 y en 1940 la formaban unos 8 millones de chicos.
Hay que aclarar que, antes de la guerra, no era obligatorio pertenecer a esta organización juvenil. Después, se declararon ilegales todos estos grupos y era obligatorio militar en las Juventudes Hitlerianas.
En cambio, el grupo a que voy a dedicar este artículo, era mucho más modesto. Destacaban por su ausencia de jerarquías. Por supuesto, no les daban instrucción militar a sus afiliados, como hacían en las Juventudes Hitlerianas, para crear futuros soldados. Ni tampoco estaban separados por sexos.
Por lo general, eran grupos de unos 15 miembros y solían residir en las grandes ciudades, como Hamburgo, Leipzig, Francfort y Colonia. Solían hacer eso para no ser detectados por la Policía, pues ya era obligatorio ser de las Juventudes Hitlerianas.
En total, serían unos 5.000, estando la mayoría de ellos  en Colonia. A pesar de ser grupos muy reducidos, siempre se consideraron todos como miembros de los Piratas de Edelweiss.
Aunque parezca poca gente, no estaría de más comentar que se considera que, por esa época, la famosa y cacareada Resistencia Francesa la componía mucha menos gente.
Los Piratas solían vestir camisas de diferentes colores, para no parecer que fueran uniformados, pero con una chapa para reconocerse entre ellos. Pantalón oscuro y el pelo algo más largo de lo que se llevaba en aquella época.
También solían cantar canciones escritas por compositores judíos u otras de oposición al régimen nazi. Por supuesto, no en público.
Simplemente, solían ser hijos de familias de la clase trabajadora y muchos de ellos ya trabajaban en fábricas, para ayudar en casa, ya que todavía no habían sido llamados al servicio militar.
Como les ocurría  entonces a muchas familias, varios de ellos habían perdido al padre, luchando en la guerra o, por el contrario, había sido encerrado o ejecutado por ser de la oposición al régimen.
Sus reuniones se realizaban en los cafés, en los parques o en sitios apartados. También realizaban campamentos, viajaban en bicicleta a otros sitios o visitaban a sus colegas en otras ciudades. Todo ello había que hacerlo a escondidas, pues estaba absolutamente prohibido por el régimen, ya que los jóvenes sólo podían realizar lo que les ordenaban las Juventudes.

Solían esconderse, para no ser atrapados por las patrullas de las Juventudes Hitlerianas. Aun así,  a veces pelearon con ellos.   
No obstante, los Piratas de Edelweiss, estuvieron siempre muy influidos por el antiguo movimiento juvenil alemán, fundado en 1896, que englobaba organizaciones como el Wandervogel, siendo todos ellos suprimidos por el Gobierno nazi.
La forma de organizarse era prácticamente la misma que sus predecesores e, incluso, utilizaban las mismas tiendas de campaña de color negro y muy parecidas a las de los indios, que han venido utilizando después los scouts alemanes.
La mayoría de los miembros de los Piratas eran chicos entre 14 y 17 años, que habían terminado la escuela y aún no habían sido llamados para ir al Ejército.
Dentro de los Piratas, había unos subgrupos diferentes en cada ciudad, pero todos tenían una ideología común de oposición al régimen y se sentían miembros del mismo grupo.
Durante la guerra, parece ser que se dedicaron a actividades de propaganda, como recoger folletos lanzados por los aviones aliados y meterlos en los buzones de las viviendas.
Llegó un punto en que la Gestapo los arrestó y, tras tenerlos varios días encerrados, los pusieron en libertad, después de haberles afeitado la cabeza. Lo cual es vergonzoso para un adolescente. En cambio, parece que ahora está más de moda.
Eso sólo les ocurría a los más afortunados. Otros fueron a parar a reformatorios, hospitales psiquiátricos y hasta a campos de trabajos forzados.
Más adelante, tras enterarse la Gestapo de que estaban ayudando a escapar a algunos desertores alemanes y protegiendo a presos escapados de los campos de concentración, el propio Himmler, ordenó realizar una redada contra esos grupos.
Con el tiempo, algunos de esos piratas, se habían pasado, con sus antiguos camaradas, a un grupo llamado Ehrenfeld, por estar radicado en el barrio de ese nombre en la ciudad de Colonia.
Este grupo se dedicó a realizar ciertos sabotajes, como echar azúcar en los depósitos de gasolina de los vehículos militares, hacer pintadas contra Hitler, descarrilar trenes con municiones, etc.
También robaron comida y material de los trenes de mercancías y fueron almacenando lo conseguido, como armas, comida, etc, en un sótano de ese barrio. Necesitaban esa comida para los presos escapados a los que habían dado refugio.
La Policía, tras interrogar a unos sospechosos, descubrió el escondite y allí detuvo a varios de ellos, pero no a los jefes.
En su huida, los jefes, Steinbrück y Lorent, mataron a un par de agentes y ambos fueron detenidos unas semanas más tarde.
Dos semanas después, a mediados de octubre de 1944,  ya eran 63 los detenidos por estos hechos. Entre ellos había, incluso, 19 adolescentes.
A primeros de noviembre, la Gestapo, tomó cartas en el asunto y ahorcó públicamente, sin juicio previo, a 13 varones, entre ellos, seis adolescentes, junto a  la estación ferroviaria de Ehrenfeld. Este bochornoso espectáculo se realizó entre la gente que iba a coger el tren.

El mayor de ellos tenía 57 años y el menor, sólo 16. En la actualidad, una placa honra la memoria de estos jóvenes resistentes al nazismo.
El más famoso de ellos era un chico de 16 años llamado Barthel Schink, que fue ahorcado con los demás.
Su familia, ya en los años 50, intentó recurrir esa “sentencia”, pues no había sido juzgado. Sin embargo, en 1958, se estimó correcto que se le calificara de criminal en la época de Hitler.
En 1978, se volvió a reabrir el caso y, contra todo pronóstico, se le volvió a calificar como criminal, indicando que había sido correcta la investigación realizada en los años 50.
En la posguerra, las diferentes potencias aliadas quisieron influir sobre ellos.
Supongo que sería porque los jóvenes son más fácilmente influenciables y serían los hombres del mañana.
Sin embargo, a pesar de que algunos de estos subgrupos se dejaron “cortejar” por alguna de las potencias vencedoras, la mayoría se disolvió, al ver que la política volvía a mandar sobre estas organizaciones.
Realmente, ellos nunca quisieron traicionar a su Patria, sino, simplemente, querían derrocar al régimen de Hitler, que se dice muy pronto.
Algunos miembros de estas organizaciones que intentaron realizar sabotajes contra las fuerzas aliadas, tuvieron distinta suerte. Los capturados por los USA fueron condenados a leves penas de prisión.
Sin embargo, los capturados por las autoridades soviéticas, fueron condenados a unas penas muy importantes, concretamente a 25 años de prisión.
Evidentemente, esta gente no tuvo nada que ver con la llamada Operación Edelweiss, puesta en práctica por el Ejército alemán, en 1942, con el objetivo de capturar las zonas petrolíferas del sur de la antigua URSS.
Los Piratas de Edelweiss fueron reconocidos, en 1988, por Israel, como “Justos entre las Naciones”. Ese fue uno de los motivos por los que las autoridades alemanas se avinieron a reabrir este caso en varias ocasiones, pues dio lugar a un escándalo internacional.
En 2005, gracias a las presiones de varios de sus antiguos integrantes, fue eliminada su calificación como “grupo criminal” de los archivos de la Justicia y la Policía alemanas.
Además, el Gobierno de Alemania, les reconoció públicamente como “luchadores de la resistencia” y héroes.
Hasta aquí, la historia de uno de los muchos grupos de alemanes que lucharon contra el régimen nazi. En este caso, se trataba de un grupo de jóvenes que tuvieron la mala suerte de venir al mundo en un tiempo de guerras. Sin embargo, no quisieron tomar el camino más sencillo, que fue el que eligieron la mayoría de los alemanes, hacerse nazis.
Lo que no entiendo es por qué eligieron el nombre de Edelweiss, pues, según parece, era la flor preferida de Hitler.
Para terminar, en una de las canciones de este grupo decían lo siguiente: “Nuestra canción está llena de libertad, amor y vida. Somos los Piratas de Edelweiss”.
Espero que este artículo os haya gustado.

domingo, 19 de junio de 2016

GRACCHUS BABEUF, EL PRIMER COMUNISTA



Esta vez traigo al blog a un personaje bastante extraño, encuadrado dentro de la famosa Revolución Francesa.
Siempre se ha dicho que una de las habilidades que debe tener todo buen político es saber analizar el momento en que vive.
Es muy posible que este hombre no se diera cuenta de algo que vemos como obvio, desde la perspectiva del momento actual. La Revolución Francesa la crearon ciertos círculos burgueses, que se empeñaron en llegar al poder, al precio que fuera. Pues, según ellos, aportaban tanto o más que los nobles y deberían tener los mismos derechos que aquellos.
Para ello, no se les ocurrió en ningún momento establecer un Estado democrático, sino uno a su medida, donde un estamento social, concretamente, la burguesía, pudiera ascender hasta los puestos más altos del Estado. Sin preocuparse de lo que le pasara al resto de la sociedad.
De momento, no voy a enrollarme más y seguiré al final de este artículo, con mis conclusiones sobre este personaje.
François Noël Babeuf, también conocido como Gracchus, nació en 1760 en el pueblo de Saint Quentin, cerca de la frontera francesa con la actual Bélgica.
Precisamente, al lado de ese pueblo se libró, en 1557, la célebre batalla donde Felipe II de España venció a las tropas francesas y, para conmemorar esa victoria, mandó edificar el famoso Monasterio del Escorial.
Nuestro personaje nació en el seno de una familia modesta. Su padre era recaudador de
contribuciones y su madre había sido criada.
Parece ser que a su padre le había costado bastante encontrar un puesto de trabajo, pues, en 1738, había desertado, del Ejército francés y tuvo que vivir en el exilio hasta 1755, cuando fue amnistiado y pudo regresar. Por ello, a la vuelta, nadie quería darle un trabajo.
Nuestro personaje,  empezó trabajando junto a su padre, en su región de Picardía, y luego fue archivero de las escrituras sobre posesiones feudales. Allí pudo comprobar las injusticias que se estaban realizando con los campesinos, pues los nobles les estaban usurpando grandes cantidades de terrenos, que siempre habían sido comunales.
Parece ser que en su juventud leyó a Rousseau y a Mably. Así, no es de extrañar que, muy pronto, se mostrara partidario de eliminar las desigualdades sociales del Antiguo Régimen y hasta de eliminar por completo la propiedad privada. Con lo cual, ya sobrepasaba los ideales de estos dos autores.
Sin embargo, sí que fue partidario de la revolución, como forma de abolir por completo la esclavitud, los impuestos indirectos y el derecho hereditario.
En 1789, publicó su obra “Discurso preliminar al Catastro Perpetuo”, donde proponía que se aprobara una nueva ley agraria por la que el campesino disfrutara de su tierra, mientras viviera, y, a su muerte, fuera devuelta a la propiedad comunal, para ser repartida nuevamente.
Tras la llegada de la Revolución, se alineó junto a los jacobinos y los sans-culottes, que defendían que el fin de la misma tenía que ser “la dicha común”.
Sin embargo, él fue más allá, pues, mientras sus socios, defendían la limitación de la propiedad en manos de una sola persona, él ya propuso la eliminación de la propiedad privada, sustituyéndola por una comunal, llamada “comunidad de bienes y trabajos”.
También se opuso a los impuestos indirectos, por tener un carácter indiscriminado, y al sufragio censitario, o sea, la capacidad de poder votar, si tenías una determinada renta.
Algunos especialistas afirman que esta obra fue la primera donde se publicó la ideología del comunismo.
Entre 1790 y 1794, fue encarcelado en diversas ocasiones, acusado de ser un agitador social. Es curioso que, en esa época, acusaran a alguien de ser un agitador social, cuando todos los que detentaban el poder habían llegado hasta ahí por haberlo sido antes que él.
Hizo buenas migas con el revolucionario Marat, el que fue asesinado mientras tomaba un baño. Sin embargo, nunca se llevó bien con Robespierre y sus amigos. La amistad con el primero le sirvió para que le sacaran en varias ocasiones  de la cárcel.
Lo cierto es que se mostró púbicamente en contra del pago de indemnizaciones a los antiguos señores feudales, por haberles confiscado sus propiedades y repartirlas entre el
pueblo. Quizás, estas ideas las calificaron las nuevas autoridades como demasiado revolucionarias.
En 1795, se radicaliza aún más. En su nuevo periódico “Le Tribun du Peuple”, que tiene una buena tirada, ya defiende que la sociedad ha de organizarse hacia un trabajo de todos en común y que debe de llegarse a ello por cualquier medio. Incluso, empleando la violencia y la dictadura.
Evidentemente, el gobierno no toleró que se pudieran expandir esas ideas y, por ello, fue de nuevo, encarcelado durante  varios meses.
Parece ser que la verdadera razón de este encarcelamiento se debió a que nuestro personaje se opuso a una nueva medida del Gobierno, consistente en que, en plena crisis económica, se liberalizara el precio de los alimentos en París y la gente pasara mucha hambre.
Debido a la escasez en las provincias, muchas miles de personas se habían ido asentando en París y el Gobierno temía que Babeuf soliviantara a las masas y se volvieran descontroladas. Sin embargo, los famosos sans-culottes, a pesar de ser los revolucionarios más radicales, nunca apoyaron las ideas de nuestro personaje.
Utilizaba este periódico, donde ya firmaba como Gracchus, como una especie de púlpito, desde donde le daba igual meterse con los jacobinos, como con el propio Gobierno.
Es casi seguro que utilizara el seudónimo de Gracchus y denominara a su periódico el tribuno del pueblo, por su gran afición al estudio de la República de Roma. Siempre lo consideró como un período histórico ejemplar. Ese sería su tributo a los famosos hermanos Graco.
A causa de ello, fue apartado de todo cargo público y ya se refugió en el llamado “Club del Panteón”, denominado así porque se reunían en una zona cercana a ese monumento.
Este club está formado por gentes que la marcha de la  propia Revolución  había ido dejando por el camino. Incluso, se citaban allí antiguos miembros del Gobierno durante la época del Terror, como el ex fiscal Darthé.
Todos ellos desean que la Revolución tome un decidido giro a la izquierda y allí es donde nuestro personaje triunfa con sus incendiarios discursos.
En febrero de 1796, el joven general Bonaparte, como miembro del Gobierno revolucionario, ordena el cierre de este club.
Curiosamente, aunque pueda pensarse lo contrario, en el club no deseaban codearse con la gente de la clase humilde y, por ello, impusieron una cuota mensual un poco cara. Lo suficiente para que los pobres no pudieran pagarla. La verdad es que me recuerda mucho aquello de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Realmente, él propugnaba que se pudiera distribuir la riqueza a todo el país, mediante un sistema igualitario.
Según él, la sociedad se dividiría entre agentes de producción, que llevarían sus productos a una especie de almacenes centrales, y agentes de distribución, que los repartirían por todo el país.
Ponía como ejemplo el hecho de que en 1793, cuando él estaba al frente de la administración de los víveres de la Comuna de París, se logró equipar y enviar, constantemente, suministros a los 200.000 hombres que estaban en el frente defendiendo el país contra los enemigos de la Revolución.
A finales de 1795, publicó en su periódico el llamado Manifiesto de los Iguales. Escrito por Maréchal y él mismo. Una especie de programa político para lograr llegar a esa sociedad igualitaria.
Dado que les habían clausurado el club, pasaron a la clandestinidad y, en marzo de 1796, se creó el llamado Comité de Insurrectos, en el que figuraban, entre otros, Babeuf, Buonarroti, Maréchal y Agustin Darthé. Precisamente, a Buonarroti lo había conocido el año anterior en la prisión.
El objetivo de esta conspiración era derrocar al Directorio y poner en vigor la Constitución de 1793, que era más democrática, para abrir el camino hacia el Igualitarismo. Parece ser que no confiaban en conseguir  llegar a ese estado mediante las urnas.
De esa manera, pusieron en marcha toda una organización de tipo clandestino en los distritos de París y hasta en el propio Ejército. La fecha fijada para ese levantamiento era el 11/05/1796 y pretendían que se les unieran otros grupos de descontentos.
Parece ser que, a finales de abril, uno de los implicados en ese complot, lo denunció a las autoridades.
La Policía detuvo a mediados de mayo a toda la cúpula de la organización, junto con la confiscación de todos los archivos de la misma.
En agosto de 1796, los seguidores de ese club organizaron una revuelta a fin de intentar liberar a estos presos, sin embargo, fueron fácilmente dominados por el Ejército.
En febrero de 1797, comenzó el juicio contra los implicados en ese complot. El proceso fue muy largo y ya en mayo de ese año los cabecillas fueron condenados a muerte.
Babeuf y Darthé intentaron suicidarse, sin embargo, fracasaron y fueron llevados al cadalso en un estado lamentable . Ambos fueron ejecutados el 27/05/1797. Según parece, sus últimas palabras fueron: “¡Pueblo! ¡Despiértate en la esperanza!”
Los expertos consideran que, tras este complot, la ideología del comunismo había pasado de ser solamente una idea filosófica a toda una fuerza dentro de la política. Incluso, algunos han dicho que su labor fue el primer intento de llevar la Revolución Francesa de 1789 hacia una última conclusión lógica.  Como ya he dicho al principio, esa revolución no fue, precisamente, diseñada para eso.
El propio Babeuf se dio cuenta de que había sido todo un precursor de una nueva ideología, que luego se llamó el Babuvismo y, más tarde, el Comunismo. Así que pidió que recogieran y archivaran todos sus escritos, para publicarlos cuando la sociedad estuviera más madura.
Evidentemente, él no tuvo ocasión de seguir publicando nuevos escritos. Sin embargo, Filippo Buonarroti, que fue uno de los miembros de ese club, que pudo escapar de la guillotina, en 1828, publicó en Bruselas “Conspiración para la Igualdad, llamada de Babeuf”.
Gracias a esta obra se pudo conocer a fondo la ideología de nuestro personaje y también tuvo mucha influencia sobre  los  revolucionarios de mediados del siglo XIX.
Los mismos Marx y Engels afirmaron que Babeuf fue un precursor en la futura lucha del “proletariado revolucionario”. Se podría decir que fue el primero que divulgó, de forma intuitiva,  la posterior teoría marxista de la lucha de clases.
La misma Rosa Luxemburgo siempre se declaró admiradora de nuestro personaje. Una de sus frases favoritas era: “La naturaleza nos ha dotado de un derecho igual para el disfrute de todos los bienes, el fin de la sociedad es defender esa igualdad atacada frecuentemente por el fuerte y el malo, y así aumentar de forma colectiva los disfrutes comunes”.
Precisamente, en “El Manifiesto de los Iguales”, se podía leer: “La revolución francesa es sólo la precursora de una revolución mucho más grande, mucho más solemne y que será la última”.
En otro de sus párrafos se puede leer: “Mucho menos de un millón de individuos, y durante demasiado tiempo, ha dispuesto de lo que corresponde a más de veinte millones de sus semejantes, de sus iguales”.
Por fin, en sus últimos párrafos se puede leer: “La organización de la igualdad real, la única que responde a todas las necesidades, sin provocar víctimas, sin que cueste grandes sacrificios, puede que, de entrada, no le guste a todo el mundo”.
“El egoísta, el ambicioso, temblará de rabia. Los que poseen injustamente clamarán que es injusticia. Los goces exclusivos, los placeres solitarios, los acomodos personales provocarán fuerte rechazo a algunos individuos hastiados de los sufrimientos ajenos. Los amantes del poder absoluto, los viles secuaces de la autoridad arbitraria replegarán con pena sus orgullosas cabezas bajo el nivel de la igualdad real. Su corta visión penetrará con dificultad en la próxima llegada de una felicidad común, pero ¿qué pueden algunos millares de descontentos contra una masa de hombres, todos ellos felices y sorprendidos de haber buscado tanto tiempo una felicidad que tenían al alcance de la mano?”
“Inmediatamente después de esta verdadera revolución, se dirán extrañados: ¡qué cosa! ¿La felicidad común dependía de tan poco? No teníamos más que quererla. ¡Por qué no la habremos querido antes! Sin duda, con un sólo hombre en la tierra que sea más rico, más poderoso que sus semejantes, que sus iguales, el equilibrio se rompe; el crimen y la desdicha se hacen presentes.”
En fin, como habréis podido ver, se trata de un personaje que parecía salido del túnel del tiempo y que apareció en una época que no le correspondía.
Seguramente, por eso mismo, lo ejecutaron sin pensárselo dos veces, para que su ideología no calara enseguida en esas incipientes masas proletarias, que habían conseguido lo que llevaba muchos años ansiando la burguesía, pero sin darles  nada a cambio.