ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 27 de abril de 2017

EL CABALLERO D’EON, UN ESPÍA MUY PECULIAR


Seguro que ya habréis leído en éste y en otros blogs, historias sobre espías de todo tipo, pero yo os aseguro que como éste no vais a encontrar ninguno.
Nuestro personaje de hoy fue un diplomático y espía francés a las órdenes de Luis XV de Francia.
Nació en una localidad de Borgoña en 1728. Su padre fue el conocido jurista Louis d’Eon de Beaumont. Parece ser que el padre se había hecho rico con el comercio de vinos y administrando algunos dominios del rey. Luego llegó a ser alcalde de esa localidad de Borgoña, por lo que ingresó en la pequeña nobleza.
Ya, desde pequeño, me da la impresión de que no tenían muy claro si se trataba de un varón o una hembra. Enseguida lo vais a entender.
Le bautizaron con los nombres de Carlos Genoveva Luis Augusta Andrés y Timotea. O sea, alternativamente, un nombre de hombre y otro de mujer. ¿No os parece un poco extraño?
Según contó nuestro personaje en sus memorias, cuando nació no había perdido una serie de membranas fetales, lo cual hizo que el médico que atendió al parto, no tuviera muy claro el sexo de la criatura.
Comenzó su educación en el Colegio de las Cuatro Naciones, también llamado Mazarino, por haber sido fundado por este cardenal. Parece ser que era un centro bastante elitista y donde sólo eran admitidos hijos de familias nobles.
Entre los alumnos famosos de este colegio podemos destacar a D’Alembert, el pintor David, el químico Lavoisier, etc. Actualmente, la antigua sede de este centro está ocupada por el Instituto de Francia.
Posteriormente, estudió Derecho, como su padre, y a la vez, se hizo un maestro en la práctica de la esgrima. Precisamente, el único deporte al que se le reconoce ser de origen español.
Se convirtió en el abogado más joven de Francia, pero no pudo ejercer por mucho tiempo, debido a la repentina muerte de su padre, que dejó a la familia en un estado económico muy precario.
Posteriormente, trabajó, como secretario, a las órdenes del intendente de París. Incluso, más tarde,  trabajó como censor real para obras de Literatura e Historia, a las órdenes de Malesherbes. De allí lo fichó el príncipe de Conti para servir al rey Luis XV.
El monarca lo introdujo dentro de su red de espías, llamada “Le secret du roi”. Esta era una red paralela al servicio diplomático de Francia y desconocida para los miembros del Gobierno.  Por lo visto, el monarca, no se fiaba demasiado ni de sus ministros, ni de sus embajadores en el extranjero.
En 1755, le encargaron su primera misión. Consistía en llegar hasta la zarina Isabel I de Rusia para afianzar las relaciones entre los dos Estados.
Ya que a esa edad todavía no había desarrollado algo parecido a una barba, el príncipe de Conti, primo del rey y jefe del servicio secreto, le dio la idea de ir a ver a la zarina vestido con ropas de mujer.
Según parece, los que lo conocieron llegaron a afirmar que su rostro tenía cierto aspecto andrógino.
Algunos autores dicen que la razón para que se vistiera de mujer es que los agentes británicos estaban controlando las fronteras de Rusia y sólo dejaban cruzarlas a mujeres y niños.
Esta misión era muy delicada, porque Francia estaba reorganizando sus alianzas militares. Poco antes, su habitual aliado, Prusia, había formado una alianza con su enemigo habitual, el Reino Unido. Así que tenían que forjarse, muy rápidamente, nuevas alianzas para no sucumbir ante la guerra que ya se veía venir en el horizonte.
En 1756, fue introducido en la corte de San Petersburgo por un noble escocés al servicio de Francia.
Gracias a los buenos oficios de nuestro personaje ante la corte de Rusia, Francia consiguió que ese país se uniera a una gran coalición formada por Austria, España, Suecia, Sajonia, el reino de las dos Sicilias, Piamonte-Cerdeña, etc.
En el otro bando estaban Prusia, Reino Unido, Portugal y varios pequeños estados, que, actualmente, forman parte de Alemania.
Parece ser que nuestro personaje se tuvo que dar mucha prisa para llegar hasta París con el documento, donde constaba la firma con la adhesión de Rusia a ese bando. Incluso, tuvo que hacer parte de ese viaje con una pierna rota.
No tardó en estallar este conflicto, que fue llamado Guerra de los Siete Años, porque duró entre 1756 y 1763. Fue algo parecido a una guerra mundial, ya que se luchó en todos los continentes, pues las potencias enfrentadas disponían de colonias en todas las partes del mundo.
Efectivamente, en París acertaron, cuando mandaron a nuestro personaje para animar a Rusia a que participara en su bando.
Precisamente, la zarina era muy aficionada a vestir las modas de Versalles y, además, estaba muy enfadada con los británicos por haber firmado un tratado con los prusianos. Además, siempre se había llevado muy mal con Federico II de Prusia y deseaba que todas las potencias atacaran ese país.
De hecho, mientras reinó esa zarina, su bando estuvo venciendo en todos los frentes de la guerra. De hecho, algunas unidades rusas llegaron hasta el mismo Berlín.
Sin embargo, en el bando contrario, Prusia, estuvo a punto de pedir un armisticio, porque no podía atender a todos los frentes, ya que tenía sus recursos, prácticamente, agotados.
Desafortunadamente, a principios de 1762, le llegó la muerte a la zarina. Tenía solamente 53 años.
Le sucedió su sobrino, que reinó con el nombre de Pedro III. Éste siempre fue un gran admirador de los prusianos. Así que ordenó a sus tropas que dejaran de combatir contra Prusia y devolvieran todos  los territorios prusianos que habían ocupado durante la guerra. Ni que decir tiene que esto se vio en Prusia como un auténtico milagro.
Esto mismo se permitió recordárselo Hitler a sus conciudadanos, cuando estaban siendo invadidos por los soviéticos.
A partir de ese momento, el bando de los prusianos, consiguió darle “la vuelta a la tortilla” y conseguir la victoria en la guerra.
Precisamente, como este conflicto había dejado sin fondos a muchos países, tuvieron que multiplicar sus impuestos. Así que una de las muchas consecuencias de esta guerra fue la rebelión de las colonias británicas en América del Norte y la Independencia de USA.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, parece ser que se presentó a la zarina como una joven llamada Lia de Beaumont y se hicieron muy amigas, ejerciendo como  su lectora en sus habitaciones privadas.
Parece ser que tuvo tanto éxito que consiguió que nombraran como embajador francés en Rusia al noble escocés que lo llevó ante la corte. Mientras que él estuvo unos años como secretario de la embajada francesa en San Petersburgo.
A lo largo de su larga carrera como espía, en sus misiones por toda Europa, unas veces ejerció como hombre y otras como mujer. Haciendo dudar a todo el mundo sobre cuál era su auténtico sexo. Incluso, al rey de Francia, que era su jefe.
También, en su condición de hábil espadachín, combatió en esa guerra, al mando de una unidad de Dragones de Caballería, teniendo como jefe al mariscal de Broglie, y siendo condecorado en diversas ocasiones.
En 1762, el gobierno francés, le envió como secretario a su embajada en Londres. Allí, como era su costumbre, unas veces ejerció como hombre y otras como mujer.
Parece ser que, oficialmente, lo destinaron allí para ayudar al embajador francés, el duque de Nevers, a redactar el tratado de paz entre Francia y el Reino Unido.
Su verdadero trabajo fue conseguir una serie de documentos confidenciales donde se exponían las intenciones del Gobierno Británico. El tener con antelación esa información les dio una gran ventaja a los negociadores franceses. También fue condecorado por esta misión y se le dio el título nobiliario de Caballero.
Entre julio y octubre de 1763 se tuvo que hacer cargo, como embajador interino, de los asuntos de Francia en el Reino Unido. Parece ser que fue en esa época cuando recopiló una serie de documentos comprometedores para el rey de Francia.
Entre ese intervalo de meses tuvo lugar el regreso del duque de Nevers a Francia y la llegada del nuevo embajador, el conde de Guerchy.
Parece ser que nunca se llevó muy bien con su nuevo jefe. Incluso, lo llegó a acusar de querer envenenarle, por lo que se demandaron mutuamente, ante la Justicia británica. Así que el monarca le ordenó volver a Francia a lo que él se opuso.
Francia pidió la extradición de nuestro personaje, sin embargo, la Justicia británica se negó a ello. Eso hizo que dejaran de pagarle su sueldo. Así que él publicó alguno de los documentos secretos que había encontrado en la embajada.

Habría que pensar que debía tener una documentación muy importante en su poder, pues Luis XV le volvió a conceder una pensión. Se supone que sería una forma de comprar su silencio. No obstante, él siguió ejerciendo como espía, pero sin volver a su país.
Evidentemente, como los anglosajones son muy aficionados a las apuestas, esta fue una buena excusa para apostar grandes cantidades de dinero a fin de intentar averiguar la verdad sobre su sexo. Sin embargo, él nunca se prestó a ello.

Incluso, llegó a recibir la visita del famoso Giacomo Casanova, el cual siempre dijo que se trataba de una mujer. A lo mejor, había recibido una buena cantidad de dinero por afirmar tal cosa.
Como Luis XV seguía mosqueado con su agente, unos años después, envió al famoso Beaumarchais para que le hiciera confesar cuál era su sexo. En ese momento, llegó a afirmar por escrito que era una mujer. A lo mejor es que el monarca también había apostado, porque, tras esta declaración, las apuestas se pagaron.
Algunos autores dicen que él confesó haber nacido como niña. Lo que ocurrió es que su padre, para poder heredar, necesitaba haber tenido un varón y, por ello, lo inscribió como tal.
Parece ser que Beaumarchais no se trasladó solamente para verificar el sexo de nuestro personaje, sino para negociar la entrega de los documentos secretos y comprometedores que obraban en su poder y que comprometían la política de Francia hacia el Reino Unido.
De esa forma, nuestro personaje, se aseguró una pensión para vivir holgadamente en Londres, sin tener que regresar a Francia, donde la Justicia le estaba esperando para procesarle, por haber sacado esos informes a la luz.
Posteriormente, ya retirado como agente secreto, se le conminó a que sólo vistiera ropas de mujer, pues se había declarado como tal. Así que a partir de entonces y hasta su muerte vivirá como una mujer, porque, a petición suya,  el Estado francés lo había inscrito como tal.
En 1777, a la muerte de Luis XV, le sucede en el trono su nieto, Luis XVI. Nuestro personaje se presentó en Versalles, vestido con su uniforme militar y sus condecoraciones para ponerse a su servicio. Intentaba servir de alguna manera al nuevo monarca, pues se había cerrado el servicio secreto para el que él trabajaba.
Desafortunadamente, el nuevo monarca no quiso saber nada de él y, además, le ordenó que volviera a vestir ropas de mujer. Incluso, como no tenía ropas femeninas lujosas para presentarse ante la corte, le fueron encargadas por la reina.
No le quedó otra que regresar a Londres, para seguir viviendo con ropas de mujer hasta el fin de sus días. No hará falta decir que en aquella época, las mujeres, no podían ejercer ni como militares, ni como diplomáticas, ni como abogadas. Seguramente, esa es la razón por la que no quería usarlas.
Tampoco podían ser miembros de la Masonería y, por ello, la echaron de una Logia de Londres.
En esa ciudad gozó de una buena posición social, como noble que era, y sólo le afectó la llegada de la Revolución Francesa, porque se quedó sin su pensión. Incluso, los revolucionarios le confiscaron sus posesiones familiares en Francia.
A partir de entonces, su situación económica estuvo rayando la miseria. Tuvo que mantenerse a base de dar exhibiciones de esgrima y con lo que sacó tras la venta de su biblioteca. Incluso, en uno de estos combates resultó herido, al romperse la hoja de un sable y clavársele en una axila.
Precisamente, se le retrató en un combate a esgrima, que mantuvo con el Caballero de Saint Georges, al que dediqué mi anterior artículo en este blog.
En 1804 fue encarcelado debido a que no pudo pagar las grandes deudas que tenía pendientes. Salió de allí con la promesa de escribir su autobiografía y pagar a sus deudores con el dinero que percibiera por esa obra.
Desgraciadamente, no pudo llevarla a cabo, porque, a consecuencia de una caída, pasó sus cuatro últimos años de vida en una cama.
Murió en Londres en 1810. Nada menos que con 81 años, lo cual era una edad extraordinariamente longeva para esa época.
Acudieron varios médicos a su domicilio, para poder certificar su muerte, encabezados por M. Copeland. Incluso, llevaron bastantes testigos para comprobar el sexo del fallecido.
Allí todos pudieron observar que se trataba de un varón y hasta uno de los médicos hizo un molde en escayola como prueba de que tenía un órgano masculino.

No obstante, también se comprobó que tenía unas caderas y un pecho parecidos a los de una mujer. Mientras que sus brazos y piernas se asemejaban a los de una mujer corpulenta.
La vida de este curioso agente secreto ha servido de  inspiración para obras de teatro, películas para cine y televisión, canciones y hasta juegos de video y cómic de manga japonés.







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