ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 28 de mayo de 2017

EL REY GODO EGICA


Bueno, para los que no les haya gustado este ciclo, dedicado a los reyes visigodos de Hispania, he de decirles que ya sólo quedan éste y otros dos más. Así que el ciclo ya se va a terminar muy pronto.
Tal y como ya comenté en mi anterior artículo, la mayor obsesión de su antecesor, Ervigio, había sido poner a salvo a su familia de una posible venganza por parte del clan de Wamba, el cual todavía vivía recluido en la clausura de un monasterio. Curiosamente, murió después que Ervigio.
Al principio, una de las cosas que se le ocurrieron fue negociar con los obispos a fin de que en el XIII Concilio de Toledo emitieran anatemas y sanciones de todo tipo para los que se metieran con su familia.
Posteriormente, le pareció mejor llevarse bien con los seguidores de Wamba. Para ello, no se le ocurrió otra cosa que casar a su hija Cixilona con el conde Egica. Incluso, le nombró  su sucesor en el trono. Sin embargo, previamente, le hizo jurar que protegería a su familia y eso hizo.
Egica era sobrino de Wamba y, en el 688, cuando llevaba un año en el trono, convocó el XV Concilio de Toledo.
Nada más empezar esta asamblea, pidió a los presentes que le liberasen del juramento que le había hecho a su suegro. Argumentó que él había sido nombrado rey para hacer justicia y que ese juramento se lo impedía, porque se deberían devolver los bienes incautados por el anterior rey y, lógicamente, habría que quitárselos a los familiares de Ervigio, que habían salido favorecidos con esas confiscaciones.
De esta manera, Egica, pudo vengarse de los que habían realizado el complot para deponer a su tío, Wamba, del trono. Así castigó a varios parientes de su esposa, incluso la repudió a ésta.
Además, castigó a otros nobles, que habían participado en la conjura.  Estas luchas dieron lugar al declive del Estado visigodo.

No obstante, no pudo hacer mucho daño a los familiares de su esposa, porque San Julián seguía siendo el arzobispo primado de Toledo y, como ya sabemos, era íntimo amigo de Ervigio. De hecho, procuró no convocar concilios, los cuales estarían presididos por San Julián, sino sínodos provinciales, adonde no acudiría éste y tendría las manos más libres.
También, Egica, intentó desbancar del poder a los nobles, pero no lo consiguió y en el 693 tuvo que hacer frente a una rebelión.
Parece ser que el cabecilla de la misma era nada menos que Sisberto, arzobispo de Toledo y sucesor de San Julián. Otras fuentes dicen que los rebeldes proclamaron rey a Sunifredo, uno de los condes de la corte real, el cual fue ungido por Sisberto. Lo cual, nos indica que los rebeldes llegaron a ocupar la capital visigoda, Toledo.
Afortunadamente, consiguió derrotar a los rebeldes. Sisberto, por su estado eclesiástico,  fue excomulgado, confiscados sus bienes y enviado al exilio.
Los demás implicados, que, por lo visto, no pertenecerían al clero, fueron condenados a penas de prisión y también les fueron confiscados todos sus bienes. Parece ser que 
entre ellos se hallaba la viuda de Ervigio, así que no se sabe si este complot fue real o una invención del monarca para quitarse del medio a los familiares y seguidores de su antecesor.
A partir de este momento, Egica, se dedicó a hacer lo que habían hecho antes varios de sus antecesores en el cargo. Es decir, utilizar la represión contra todos los focos de oposición a su mandato. Aparte de ello, confiscar los bienes de todos los represaliados y repartirlos entre sus familiares y otras personas que les hubieran sido fieles.
Incluso, se sirvió de los concilios para “blindar” esas confiscaciones a fin de que nunca se les devolvieran esos bienes a los que se les hubiera desposeído de ellos. No hará falta decir que compró a los eclesiásticos, donándoles también algunos de esos bienes.
Algo más tarde, penetró en Hispania, desde la zona de Septimania, en la actualidad, territorio francés, una epidemia de peste bubónica.
Como siempre, la peste, hacía más estragos entre la población cuando  se estaba pasando hambre a causa de las malas cosechas.
Desde la corte, como ya era habitual, se les echó la culpa de todo a los judíos. Incluso, se les acusó de estar preparando un complot para deponer al rey.
De hecho, en el 694, durante la inauguración del XVII Concilio, el primer asunto tratado por el rey fue informar a los presentes de que en otros reinos se habían producido rebeliones de los judíos contra los monarcas de esos reinos y que los que vivían en España no eran ajenos a esos movimientos rebeldes. Por supuesto, esta noticia era falsa, pero los asistentes no lo sabían y se alarmaron.
Así que Egica, que ya se había convertido en un tipo muy avaricioso, con la ayuda de la Iglesia, aprobó en ese concilio que se confiscaran los bienes de todos los judíos que no se hubieran
convertido al Cristianismo.
Lógicamente, lo que más le importaba a él fue que también se aprobó que se les confiscarían sus bienes a fin de engrosar las arcas del rey. 
Aparte de ello, también se dispuso que los judíos fueran esclavizados y repartidos por todo el reino para que no pudieran seguir practicando su religión. Es más, los hijos de los judíos, cuando cumplieran 7 años, serían separados de sus padres y enviados a casas de familias cristianas para que practicaran este culto y no el suyo. Posteriormente, incluso, se vigilaría que esos jóvenes se casaran con cristianos
Posteriormente, el monarca, quiso ampliar sus poderes a base de afirmar que la monarquía tenía un origen divino y estaba por encima de la Iglesia.
Cuando los clérigos se dieron cuenta de lo que tramaba el monarca, quisieron pasarse al bando de los nobles opuestos al rey y eso les hizo perder buena parte de su influencia moral en la sociedad.
A partir del 694, Egica, quiso asegurar la situación de su familia, formando una dinastía, lo cual era contrario a las leyes de los visigodos.
Así que asoció al trono a su hijo Witiza y le envió a Galicia, para que fuera aprendiendo a gobernar. Éste estableció su sede en la ciudad de Tuy, en el antiguo reino de los suevos. Seguramente, por ello, cuando un rey asociaba a otro al trono, al segundo, se le daba la categoría de rey de los suevos.
Precisamente, en Galicia, se desató una rebelión contra Egica y acusaron de ser el cabecilla de la misma a Teodofredo, uno de los hijos de Chindasvinto y padre de Rodrigo.
Egica desató toda su crueldad contra Teodofredo al que ordenó
que le dejaran ciego para que nunca pudiera reinar. Por ello, Teodofredo y su hijo, el cual, posteriormente, sería el rey  don Rodrigo, se fueron a vivir a la ciudad de Córdoba.
Witiza también empezó a buscarse enemigos en su pequeño reino. En la corte del mismo figura el conde Favila, padre del posteriormente famoso don Pelayo. Parece ser que Witiza quiso a la mujer de Favila y éste se opuso. Así que el primero mató al segundo a base de bastonazos.
Egica tuvo mucha suerte y consiguió llegar a viejo, no como les solía ocurrir a muchos de sus antecesores en el cargo. Falleció en el 702 a causa de muerte natural.
Curiosamente, en prueba de gratitud, los obispos, acordaron declarar inviolables las personas de la esposa y los hijos del rey.

Además, también decidieron hacer todos los días una misa dedicada a este monarca en todas las sedes obispales del reino.

viernes, 26 de mayo de 2017

EL REY GODO ERVIGIO

Siguiendo con este ciclo dedicado a los reyes visigodos de Hispania, hoy voy a dedicar este artículo a un monarca con un reinado muy corto.
La verdad es que ese detalle tampoco le diferencia de los demás, porque la escasa duración de los reinados fue la  norma general durante la monarquía visigoda. Con la diferencia de que la mayoría de ellos murieron asesinados, mientras que, según parece, éste murió de muerte natural.
De hecho, un autor definió como “morbus gothorum”, como si de una enfermedad se tratase, a la manía que tenían los visigodos de matar a su rey para poner a otro en su lugar.
Nuestro personaje de hoy, Ervigio, parece ser que no era un godo de pura cepa, sino el hijo de un griego, llamado Ardabasto, el cual había tenido que huir de Constantinopla y ahora se hallaba exiliado en Hispania.
Realmente, no sabemos quién fue Ardabasto. Seguramente, se trataba de un personaje importante, ya que se le permitió casarse con una prima del rey Chindasvinto y ese privilegio no se le concedía a cualquiera.
Así que Ervigio fue educado en la propia corte y, más tarde, se le dio el
título de conde, como correspondía a alguien de un linaje real.
También es preciso decir que el futuro arzobispo San Julián de Toledo y él eran amigos desde la infancia.
Así que a Ervigio se le consideró el nuevo jefe de la dinastía de Chindasvinto, al no tener herederos Recesvinto.
Precisamente, en el 680, a la muerte del arzobispo Quirico, se nombró a San Julián como nuevo arzobispo de Toledo.
Poco tiempo después de su nombramiento, fue cuando el rey Wamba se sintió enfermo, cayendo en un estado de coma. Por lo que todos pensaron que estaba en el umbral de la muerte.
Así que San Julián le dio la extremaunción, aparte de ordenar que se realizara el protocolo habitual en estos casos. O sea, hacerle la tonsura y vestirlo con un hábito de fraile.

Como ya dije en mi anterior artículo, cuando, contra todo pronóstico,  Wamba despertó de su letargo, quiso recuperar el trono, pero ya no le dejaron, porque eso iba en contra de la Ley. Así que se tuvo que retirar a vivir el resto de sus días en un monasterio.
Parece ser que todo el mundo murmuraba que Ervigio y San Julián podrían ser culpables del complot contra Wamba, así que el nuevo rey, Ervigio, convocó el XII Concilio de Toledo.
Curiosamente, en esa asamblea, el monarca, se puso a dar muchas explicaciones a pesar de que nadie se las había pedido.
Esto me hace pensar en el viejo proverbio latino: “excusatio non petita, accusatio manifiesta”. O sea, que él mismo se estaba defendiendo de unas acusaciones que nadie le había hecho.
Así que mostró a los allí presentes unos documentos, firmados por los nobles palatinos, donde se describía el estado de salud del rey Wamba y por qué se decidieron a prepararle para la muerte.
Por otra parte, también mostró otro documento, firmado por Wamba, donde se expresaba el deseo del monarca para que Ervigio fuera su sucesor en el trono. Incluso, el mismo soberano daba instrucciones a San Julián para que ungiera a Ervigio como nuevo rey.
Así que los obispos dieron validez al nombramiento de Ervigio, como nuevo soberano de Hispania y se anuló el juramento de lealtad de todos los súbditos hacia el antiguo rey Wamba.
Un detalle muy importante es que, también en ese concilio, se aprobó que el arzobispo de Toledo, pudiera nombrar nuevos obispos, previa consulta con el rey.
También aprovecharon para eliminar la norma legal que puso en vigor Wamba, relativa a la movilización general, en caso de que el rey necesitara tropas para hacer frente a cualquier peligro.
Parece ser que el monarca se amparó en el poder de la Iglesia y, por ello, siempre dio su visto bueno a todas las ocurrencias de los eclesiásticos. Como ejemplo, en el XII Concilio de Toledo ya se aprobaron nada menos que 28 medidas contra los judíos.
En el 683 se convocó el XIII Concilio de Toledo. En esta ocasión se aprobó otorgar un indulto general a todos los que habían participado en la rebelión del duque Paulo, devolviéndoles todos sus bienes.
Como prueba de su nuevo poder, se atrevieron a aprobar que ningún noble o eclesiástico podría ser juzgado por un delito, salvo que estuviera totalmente demostrada su culpabilidad y, en ese caso, sólo podría ser juzgado por sus colegas y no por los jueces ordinarios.
Por supuesto, los nobles, también se atrevieron a sacar tajada. Así que consiguieron que se aprobara que se les perdonaran todos los impuestos atrasados. Además de eso, prohibieron que se le diera cualquier cargo en la corte a todo aquel que no fuera noble.

Como muestra de que este rey era un pelele manejado por la Iglesia, también aprobó el bautismo obligatorio para los súbditos judíos y, en caso de que se negaran a ello, sufrirían una pena de azotes y confiscación de todos sus bienes.
Ervigio siempre tuvo muy en cuenta la seguridad de su familia. Así que casó a una de sus hijas con un sobrino de Wamba, llamado Egica. A éste le prometió ser el sucesor en el trono, no sin antes haberle exigido, bajo juramento, que protegería a la familia de su esposa. Lo cual aceptó, aunque ya veremos en el próximo artículo lo que hizo, cuando ya ocupó el trono del reino.
Algunos dicen que el rey se sentía culpable del complot contra Wamba y de una posible venganza a cargo de los partidarios del anterior rey, que aún vivía enclaustrado en un convento. Por eso temía que su familia pagara por ello.
Parece ser que durante su reinado se produjeron varios episodios de malas cosechas. Lo que provocó descontento e inestabilidad social.
En el 687 el monarca enfermó de gravedad. Así que reunió a los obispos y a los nobles, abdicando, tal y como estaba previsto, en su yerno Egica.

Poco después, pidió que le preparasen para la muerte. Recibió la tonsura y fue vestido con el hábito de una orden monacal. Poco después murió. Reinó tan sólo durante 7 años.

miércoles, 17 de mayo de 2017

EL REY GODO WAMBA

Siguiendo con este ciclo sobre la vida de los reyes godos, hoy voy a dedicar este artículo a relatar la biografía del rey Wamba.
Tal y como terminó el anterior, a la muerte de Recesvinto en Gérticos, los nobles y obispos se reunieron en esa misma localidad, para proclamar como rey a Wamba.
Este monarca, con un nombre que, hoy en día, nos podría parecer un poco extraño, por entonces, ya era un hombre mayor y se podría pensar que lo hicieron como para iniciar un período de transición, mientras decidían a ver a quién elegían tras la muerte de éste.
Parece ser que él no estaba por la labor de aceptar la corona, pues argumentaba que ya era muy mayor para el cargo y no tenía las fuerzas suficientes para ejercerlo.
Estuvo rogando a unos y otros para que cambiaran su voto hasta que uno de los congregados esgrimió un argumento muy convincente.  Desenvainó su espada poniéndosela en el cuello le dijo que, si no aceptaba, lo mataría allí mismo. Evidentemente, esta vez no opuso ninguna razón a su nombramiento.
Unos días después, fue proclamado nuevo rey por el arzobispo Quirico,  en la iglesia de San Pedro y San Pablo, en Toledo.
Enseguida, empezaron a surgir las dificultades. Tuvo que acudir con sus tropas para luchar contra los vascos, que estaban saqueando la zona de Cantabria.
Posteriormente, surgieron nuevas revueltas en la Galia Narbonense a la que se habían añadido algunas zonas de la Tarraconense. Hacia allí mandó al duque Paulo, el cual, hasta esa fecha, había sido uno de sus hombres de confianza.

Este Paulo era un magnífico general de origen griego, aunque otros dicen que era hispano-romano. Sin embargo, pertenecía al grupo de partidarios del rey Chindasvinto y sus sucesores y obró conforme a su ideología.
Imagen de Chabacano en Wikipedia
Paulo era el duque de la Septimania, o sea, la zona del Golfo de León, que, actualmente pertenece a Francia. Más o menos, la misma zona donde, posteriormente, se establecieron los cátaros o albigenses.
Parece ser que los rebeldes se hicieron con buena parte de esa provincia, pero no consiguieron tomar su capital, Narbona. Paulo, que, cuando surgió esa rebelión,  se hallaba en la Península Ibérica, se dirigió hacia allí y, en lugar de combatirlos, se unió a ellos para tomar la capital de la provincia.
También se unió a este grupo de rebeldes Ranosindo, que era el duque de la importante provincia de la Tarraconense. Eso ya era más grave, porque se sumaron a la rebelión las plazas de Tarragona y Barcelona.
Las intenciones de Paulo se vieron muy claramente cuando se hizo coronar en Gerona, pues allí, en el interior de una iglesia,  se hallaba una corona de Recaredo, que había regalado a San Félix. Así que sus nuevos súbditos le juraron fidelidad en la lucha contra Wamba.
Algunos dicen que, su primera intención, fue crear un nuevo reino, al margen del visigodo. Seguramente, por eso, se dirigió en algún escrito a Wamba como “rey del sur”, mientras que él se proclamaba “rey del oriente”. De hecho, le mandó unos parlamentarios para que intentaran negociar la paz entre ambos reinos.
Wamba se dio cuenta enseguida de lo que estaba ocurriendo. Así que llevó a sus tropas para luchar primero contra los vascos a los que venció en muy poco tiempo.
Posteriormente, se dirigió hacia Septimania, donde fue tomando una por una todas las plazas que habían caído en poder de los rebeldes. A través de Calahorra y Huesca, fue hacia Barcelona y Gerona.
Luego dividió su ejército en tres grupos. Uno de ellos tendría que ir por el valle del Segre hasta la Cerdaña. El segundo de ellos marcharía por Vich hasta Ceret. Por fin, el tercero, marcharía por la costa. El rey se hallaba al frente de este último grupo. Supongo que
Imagen de Iberia 700.svg en Wikipedia
lo haría así para que no le rodearan los rebeldes por la retaguardia. Incluso, utilizó la armada para aprovisionar al Ejército y por si los rebeldes querían escapar por el mar.
En Nimes, donde se hallaba el duque Paulo, encontró una mayor resistencia, pues se habían unido a su bando un grupo de francos. Al final del asalto, el duque y varios de sus fieles, resistieron algo más, porque se habían refugiado en el anfiteatro.
No obstante, todos fueron capturados. Llevados a Toledo y paseados por las calles de esa ciudad. Entre ellos había nobles, clérigos, etc. En total, eran 28 prisioneros.
Les afeitaron la cabeza y la barba. Iban dentro de unas carretas tiradas por burros. 
Vestían ropas harapientas y llevaban los pies descalzos. Concretamente, a Paulo, le pusieron en la cabeza una corona hecha con raspas de sardinas, para que la gente se burlara de él. Posteriormente, los encerraron en una prisión y les quitaron todos sus bienes.
Más tarde, fueron llevados ante Wamba, el cual se hallaba reunido con los nobles del reino. El monarca preguntó a esos nobles si les habían dado algún motivo para que Paulo se rebelara contra ellos. Todos dijeron que no.
Luego les mostró el documento, donde figuraba el juramento de fidelidad hacia el rey, que habían firmado todos los nobles. Entre esas firmas se hallaban las de los conjurados.
Posteriormente, les mostró el documento por el cual Paulo exigió a sus partidarios un juramento de fidelidad hacia su persona.

En estos casos, el castigo previsto por la Ley era la pena de muerte o dejarlos ciegos. Wamba no quiso aplicarles esas penas. Así que les conmutó la condena por la reclusión en un monasterio, tal y como había prometido al obispo Argebaldo de Narbona. Parece ser que este obispo fue el que informó a Wamba de la traición del duque Paulo, aunque luego se unió a los rebeldes.
No se debe pensar que esta campaña fue una especie de rebelión de los hispano-romanos contra los visigodos, pues la inmensa mayoría de los jefes capturados eran de origen godo.
Los detalles de esta campaña lo conocemos gracias a una obra escrita por San Julián de Toledo, obispo de esa ciudad.

Parece ser que nunca hubo buenas relaciones entre los visigodos y los galos que vivían en Septimania, territorio que se encontraba dentro del reino visigodo.
Wamba se dirigió más de una vez a ellos, argumentando que los visigodos eran sus protectores y siempre lo habían sido. Por eso, les decía San Julián que eran unos desagradecidos.
Incluso, se decía que los galos trataban mejor a los judíos. Es posible que, por ello, Wamba, diera la orden de expulsarles de Narbona.
Algunos autores opinan que, detrás de esta rebelión se hallaban los francos, que se llevaban muy mal con los visigodos y que ambicionan quitarles la Septimania a éstos.
De hecho, los godos habían tenido  la mitad de Francia dentro de su reino, cuando tuvieron
su capital en Toulouse. Eso fue hasta que fueron derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, muriendo su rey, Alarico II, y tuvieron que replegarse a sus dominios en Hispania.
Más tarde, nuestro personaje se enfrentó a un gran problema, que había tenido durante esa campaña. Se trataba de la falta de efectivos para combatir a los rebeldes. Así que en el 673 redactó una ley, por la que, en casos de este tipo, se obligaba a todo el mundo a presentarse con su equipación militar.
En el caso de los laicos, las penas serían de esclavitud o muerte. Los clérigos sufrirían la confiscación de todos sus bienes y a los obispos se les obligaría a exiliarse.
Todo esto surgió porque la sociedad visigoda se hallaba inmersa en un incipiente período de feudalización, lo cual implicaba que cada noble iba por su cuenta, sin importarle ya las necesidades del reino.
Parece ser que ya, durante su reinado, hubo un pequeño enfrentamiento en aguas del Mediterráneo, entre una flota árabe y otra visigoda. Venciendo la segunda.
Nuestro personaje también luchó contra el creciente aumento del poder de la Iglesia. Así que creó nuevos obispados, en donde colocó obispos que le fueran fieles. Incluso, quiso poner dos obispos en la propia ciudad de Toledo. También dictó leyes contra aquellos obispos que se enriquecían sin mesura.
Sin embargo, se tienen noticias de que en los concilios provinciales de Toledo y de Braga, celebrados durante su reinado, los obispos quisieron atraerse hacía sí a los nobles. Con el fin de ejercer presión como un solo bloque contra la política del rey. De hecho, no dieron validez a las nuevas sedes obispales creadas por el rey, para intentar reducir el poder de los obispos.
Precisamente, en el 680, una conjura de los nobles cayó sobre nuestro personaje. Un domingo por la tarde  se fue a tomar su acostumbrada infusión.
Sin embargo, esta vez, alguien había depositado en su interior un producto que lo dejó en un estado de coma.
Es posible que algunos pensaran que el rey estaba a punto de morir, pues ya era un anciano. Así que, siguiendo las costumbres godas, llamaron al obispo San Julián de Toledo, el cual preparó una gran ceremonia, donde se le tonsuró y se le vistió con un hábito adecuado para su futuro entierro. Incluso se le dio la penitencia, pues se hallaba en peligro de muerte.
Cuando pasó el efecto del bebedizo, el monarca se recuperó sin recordar nada de lo que le había pasado.
No obstante, cuando quiso recuperar su trono, se le indicó que se eso ya no podía ser, porque se le había tonsurado y se le había administrado su penitencia. Aunque él protestó, nadie le hizo caso. Así que tuvo que firmar los documentos de su abdicación, en los que nombraba sucesor suyo al conde Ervigio, el cual,  es posible que estuviera al frente de esa conjura.

Curiosamente, en el siguiente concilio, se le excusó expresamente de haber tenido ningún tipo de responsabilidad en este caso.
Lo cierto es que nadie lo había acusado de nada. Un siglo más tarde, surgieron otras versiones alternativas del hecho, donde se daba a entender la responsabilidad de Ervigio.
En el caso de Wamba, hubo de retirarse a vivir como fraile en un convento en Pampliega, cerca de Burgos. Allí vivió los 7 años que le restaban de vida. Murió en el 683.
De esta manera, los nobles, se vengaron por las medidas que había tomado el rey contra los rebeldes.
En el caso de los clérigos, aprovecharon el momento para eliminar todas las medidas que había tomado el monarca para reducir su poder y su riqueza.

Tras este complot contra la figura de un rey, el Estado visigodo se fue resquebrajando hasta su total aniquilación en el siglo siguiente, como ya veremos en los siguientes artículos.

lunes, 1 de mayo de 2017

EL REY GODO RECESVINTO

Siempre se ha dicho que “a rey muerto, rey puesto”. O sea, que cuando uno muere, enseguida le sucede otro.
En el caso de nuestro personaje de hoy, no fue del todo así, porque ya estuvo gobernando junto a su padre, desde unos años antes de que se produjera la muerte de éste.
Ni que decir tiene que su padre fue Chindasvinto y nuestro personaje de hoy fue su hijo mayor, Recesvinto.
Habréis visto que no me he referido a él como el heredero al trono, pues esto iba en contra de las leyes de los godos. Sin embargo, él heredó el trono por expreso deseo de su padre. Tampoco hará falta decir que, tras las purgas que organizó Chindasvinto, nadie se atrevió a discutir esa orden.
No tenemos muchos datos acerca de la vida de  Recesvinto. Ni siquiera sabemos dónde ni cuándo nació.
Se sabe que desde el 649 d. de C., gobernó su reino junto con su padre. Este gobierno colegiado duró hasta el 653, año de la muerte de su padre. Desde el 30 de septiembre de ese año, ya gobernó en solitario.
Al poco tiempo de ser proclamado como nuevo rey, ya tuvo que soportar una rebelión. Esta vez se trataba de un noble llamado Froya, el cual había conseguido contar con la ayuda de los vascones, aparte de los muchos visigodos, que vivían exiliados en la Galia.
Parece ser que los rebeldes llegaron a invadir toda la zona norte de España, llegando, incluso hasta Zaragoza.
Un obispo de esta ciudad, llamado Samuel Tajón, narra, en una carta a Quirico, obispo de Barcelona, que estos invasores provocaron muchas matanzas, en las ciudades por donde
iban pasando. Incluso, se dedicaron  a destrozar las iglesias, que había en esos lugares y a matar a los clérigos que había en ellas.
Seguro que el anuncio de que estos rebeldes se dirigían hacia Zaragoza, hizo saltar más de una alarma en la capital, Toledo.
Se sabe que los godos no eran muy numerosos. Se cree que en aquella época serían unos 150.000, frente a una población hispano-romana de unos 8.000.000.
Así que no podían tener muchas guarniciones militares. Supongo que, por eso mismo, decidieron colocar tres grandes guarniciones en lugares muy estratégicos. Estas estaban enclavadas en Mérida, Toledo y Zaragoza y supongo que cada una tendría responsabilidad sobre su zona más cercana.
Por eso digo que una pequeña revuelta nunca se hubiera atrevido a atacar Zaragoza y, si se atrevían a hacerlo es porque ya había subido de nivel y tenían las suficientes tropas para hacerlo. Normalmente, durante la Edad Media, se solía atacar una fortaleza si considerabas que tenías el triple de soldados de los que había dentro de ella. De lo contrario, podrías salir huyendo con el rabo entre las patas.
Así que al monarca no le quedó otra que dirigir hacia allí a su ejército, el cual consiguió derrotar al rebelde Froya, hacerle prisionero y condenarle a muerte.
Parece ser que este tipo era un noble, que se había opuesto al nombramiento de Recesvinto, como rey, sin que fuera elegido por los nobles y los obispos, como era costumbre hacerlo entre los godos.
Como no encontró la suficiente gente para oponerse a Recesvinto, huyó al sur de Francia, donde vivían muchos exiliados por Chindasvinto. Logró convencer a éstos y, como ya he dicho antes, a los vascones, y penetraron en Hispania, arrasando el Valle del Ebro.
Parece ser que las mejores fuerzas que tenían los sublevados eran las de los vascones. Por lo visto, estos, que se solían dedicar a las emboscadas, al ver un importante ejército visigodo, regresaron a su tierra y dejaron solos a los que habían regresado del exilio. Así que fueron derrotados por las fuerzas de Recesvinto.
Según se ve, Recesvinto, nunca fue partidario de tener una política de mano dura con los nobles. Así que fue generoso con los vencidos, aunque mandó ejecutar a Froya.
En el 653, durante el VIII Concilio de Toledo, permitió que los nobles recuperaran su peso dentro del reino.
Es posible que otorgara esta medida como agradecimiento para todos los nobles que le habían ayudado a vencer esta revuelta y para que no hubiera otras en el futuro.
No hay que olvidar que este Concilio comenzó, en la iglesia de los Santos Apóstoles de Toledo, al día siguiente de haber derrotado a las huestes de Froya.
Curiosamente, los mismos obispos, se resistieron a aceptar la petición del monarca para que se perdonara a los que se habían rebelado contra el rey, pues en anteriores concilios, habían jurado no hacerlo. No obstante, al final acataron el deseo del soberano.
En la segunda jornada del concilio, los obispos se atrevieron a condenar los abusos de los reyes contra el pueblo y los nobles y exigieron la devolución de los bienes que el monarca anterior les había incautado.

Acusaron a los anteriores monarcas de haber saqueado a la gente, no para crear un patrimonio de la corona, sino para enriquecerse a nivel personal.
Es más, pidieron que Recesvinto sólo pudiera poseer los bienes que ya eran de su padre, cuando todavía no había llegado a ser rey. Así que le pidieron que devolviera todos esos bienes y los repartiera entre los nobles de palacio. Curiosamente, no entre la gente del pueblo.
No se sabe por qué, pero lo cierto es que el monarca aceptó algunas de las  decisiones de este concilio, pero a su manera.

A saber, todas las propiedades confiscadas por los anteriores reyes, desde Suintila, pasarían a ser propiedad de la Corona, o sea, del que fuera rey en ese momento.
Sin embargo, lo que obtuvo su padre, Chindasvinto, se lo repartieron él y sus hermanos libremente.
Eso sí, se dejaba aprobado para que todos los siguientes sucesores en el trono visigodo diferenciaran lo que era patrimonio suyo de lo que era de la Corona.
Parece ser que los obispos se empeñaron en que constara en acta, como así se hizo, tanto la proposición hecha por ellos, como la aprobada a petición del rey, para que la gente pudiera ver que no se parecían mucho.
Al final del acta, el rey hizo constar que se consideraría anatema y quedaría excomulgado todo aquel que llegara al trono mediante una revuelta o un complot. En ello estuvieron de acuerdo todas las partes.
Con esto, creo que ya estaréis observando que siempre ha habido cierto paralelismo en la Historia. Cuando he escrito sobre los reyes medievales de España también aparecían sus luchas contra los nobles y aquí, unos siglos más atrás, vemos que pasaba lo mismo.
Por si no lo sabéis, durante el juramento que tenían que realizar los reyes de Aragón, antes de ser proclamados como tales, los nobles le decían lo siguiente: “Nos, que cada uno de nosotros somos igual que Vos y todos juntos más que Vos, te hacemos  Rey, si cumples nuestros fueros y los haces cumplir, si no, no”. Por si le quedaba alguna duda al respecto.
En el mismo concilio, se le hizo saber a Recesvinto que la proclamación de su sucesor tendría lugar en Toledo o donde falleciera él, sin embargo, siguiendo las normas de los visigodos, se haría mediante elección por los obispos y los nobles.
Aparte de ello, también elevaron a la categoría de delito el hablar con desprecio o los insultos al monarca. Incluso, tampoco se podría hablar mal de los anteriores reyes so pena de quedarse sin la mitad de los bienes o de ser azotado en público.
Evidentemente, para tener contentos a los clérigos, no se le olvidó darles una satisfacción. Supongo que para que regresaran contentos a sus respectivas sedes.
Esta vez, el rey, en su calidad de defensor de la fe,  les pidió que  trataran sin piedad a los judíos. Literalmente, decían los clérigos que se trataba de “el más piadoso ruego del más sagrado rey”.
Es más, se permitió amenazar a todo el que ayudara tanto a los judíos, para que pudieran seguir practicando su religión, como a los que se hubieran convertido al Cristianismo, para que se les impidiera volver a practicar la religión judía.
La cosa llegó hasta tal punto que en el 654 se les hizo firmar a los judíos conversos de Toledo un documento por el que se comprometían a no tener relaciones de ningún tipo con los judíos que siguieran practicando su religión.
Tampoco practicarían su costumbre de la circuncisión, ni celebrarían la fiesta del sábado, comerían carne de cerdo, etc. En caso de que alguno faltara a su palabra, sería condenado a la hoguera o a la lapidación. En caso de que el rey consintiera en perdonarle la vida, se le confiscarían todos sus bienes.
Esta norma era tan dura que los propios obispos dejaron constancia que, aunque la aprobaban, se trataba de una decisión personal del rey.
No obstante, en un concilio posterior, los obispos decidieron que los judíos bautizados pasaran las fiestas cristianas en casa de sus obispos a fin de que estos pudieran comprobar que cumplían con los preceptos del Cristianismo.
Parece ser que las relaciones entre el rey y los obispos de su reino ya fueron siempre frías, pero nunca hubo tanta tensión como en los reinados anteriores.
La verdad es que casi todos los reyes godos tomaron medidas contra los judíos. Hoy en día, podría parecer extraño, sin embargo, en una época en que la Religión se confundía con el Derecho, no lo era. Así, si una minoría quería tener su propia religión, pues eso equivalía a tener sus propias leyes y eso no gustaba nada a los que mandaban. Estaba muy claro que deseaban que se fueran, pero no lo consiguieron.
Precisamente, por eso mismo, se produjo en el 587 la Conversión del rey Recaredo y, posteriormente, de todos los visigodos. Los cuales eran cristianos arrianos y se convirtieron al Catolicismo. Se buscaba una sola religión y una sola Ley.
Lo más positivo de su reinado fue que, también en el 654, se promulgó el famoso Liber Iudiciorum, redactado entre su padre y él . Posteriormente, llamado Fuero Juzgo, que estuvo vigente hasta Alfonso X el sabio. Parece ser que también le asesoró en la redacción de esta obra San Braulio, obispo de Zaragoza, al que siempre le unió una gran amistad. Incluso, dicen que fue el que había aconsejado que Recesvinto reinara junto a su padre, para una más fácil transición del poder a la muerte de Chindasvinto.
Este texto tuvo una enorme importancia, pues, a partir de él, tanto los godos 
como los hispanos-romanos serían iguales,  tendrían las mismas leyes e, incluso, se permitirían los matrimonios entre los miembros de ambas comunidades. Cosa prohibida hasta esa fecha.
Por medio de este código, se suprime el Derecho Romano en su reino, así como los jueces y la administración que, habitualmente, utilizaban el mencionado Derecho.
Algunos autores creen que esto fue debido a que había un estado de tensión entre los habitantes godos y romanos del reino. De hecho, aunque, en un principio, cuando comenzó el reino visigodo en Hispania, la mayoría de los funcionarios eran de origen hispano-romano, ya no era así, según se aprecia en el origen de los nombres de los mismos.

De hecho, en el 636, durante el V Concilio, se aprobó una norma por la que sólo podrían ser reyes los ciudadanos con origen godo. Así que algunos autores piensan que algún hispano-romano lo habría intentado y de esta manera habrían puesto freno a las ambiciones de ese colectivo.
De todas formas, parece que Recesvinto logró su objetivo, que no podía ser otro que la pacificación de su reino. Prueba de ello es que su reinado duró nada menos que 23 años, el más largo de un rey visigodo.
También hay que decir que, para llevarse bien con la Iglesia, se dedicó a promulgar muchas normas en contra de los judíos. Todavía mucho más duras que las promulgadas por sus antecesores.
Aparte de ello, también se sabe que hizo algunas fundaciones de templos, como la iglesia de San Juan de Baños,  y donaciones de objetos a la Iglesia, como la famosa Corona de Recesvinto.
Murió en el 672, en una casa de campo que tenía en Gérticos, una localidad vallisoletana, cercana a la capital, que ahora se llama Wamba.

Precisamente, a su muerte, su sucesor, Wamba, fue elegido y proclamado rey en esa misma localidad, tal y como se había aprobado en diversos concilios.