ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 12 de noviembre de 2017

EL MISTERIO DEL GENERAL JUAN BAUTISTA SÁNCHEZ

Esta vez voy a dedicar mi artículo de hoy a un militar que gozó de un cargo muy importante durante la época franquista, pero que tuvo un final muy extraño.
Juan Bautista Sánchez González, nació  en la localidad granadina de Illora, precisamente, el día del Pilar de 1893.
Desde muy pequeño tuvo vocación militar, así que, al terminar sus
estudios en una Academia de Granada, ingresó, en 1911, en la Academia de Infantería de Toledo.
Su primer destino fue el regimiento Córdoba 10, de guarnición en Toledo y allí permaneció hasta su ascenso a capitán, cuando fue destinado a Marruecos, en plena Guerra de África.
Participó en diversos hechos de guerra. El más destacado de todos ellos fue el famoso Desembarco de Alhucemas, que tuvo lugar en 1925, donde fue herido tres veces y citado por su valor en el informe redactado por su inmediato superior.
Permaneció destinado en África y allí le pilló la Guerra Civil. En 1936, tenía el grado de coronel y el cargo de coronel interventor regional del Rif, destinado en Alhucemas.
El día 16 de julio ya empezó a movilizar ciertas unidades de Regulares, al mando del comandante Ríos Capapé, para intentar que tuviera éxito la sublevación militar. El mismo día 17 de julio ya había sublevado a todas las tropas de su zona de influencia. Incluida Melilla. Más tarde, fue nombrado comandante general de Melilla. Ya entonces destacó por oponerse a los asesinatos indiscriminados llevados a cabo por los falangistas. Estuvo en ese destino hasta 1937.
Por lo que respecta al  citado comandante, nos lo volveremos a encontrar a lo largo de esta historia.
Hay que hacer hincapié en que los militares del bando nacional nunca pensaron que su sublevación iba a degenerar en una guerra civil. Eso ocurrió porque el golpe de Estado fracasó al dividirse el Ejército en dos bandos.
Parece ser que, tras la guerra, un periodista les preguntó a varios generales si se hubieran unido al golpe, sabiendo que iba a provocar una guerra civil. La mayoría de ellos contestó negativamente.
Volviendo a nuestro personaje, en 1937, pasó a la Península, donde estuvo luchando en varios frentes al mando de diversas unidades como la 5ª Brigada de Navarra. Incluso, participó en las famosas batallas de Brunete, Belchite y Teruel. Además de llegar con sus tropas hasta el Mediterráneo, por Vinaroz, a fin de dividir en dos la zona republicana.
Parece ser que su estreno en la guerra civil fue avanzar, con la V Brigada de Navarra, sobre Bermeo (Vizcaya) para dar apoyo urgentemente a las tropas italianas, que estaban siendo rebasadas en ese sector.
Como general de brigada, también participó en la campaña de Cataluña, siendo sus unidades las primeras que entraron en Barcelona.
En una alocución radiada, entre otras cosas, dijo a los barceloneses: Os diré en primer lugar a los barceloneses, a los catalanes, que os agradezco con toda el alma el recibimiento entusiástico que habéis hecho a nuestras Fuerzas Armadas. También digo al resto de españoles que era un gran error eso de que Cataluña era separatista, de que era antiespañola. ¡Debo decir que nos han hecho el recibimiento más entusiasta que yo he visto”  “…en ningún sitio, os digo, en ningún sitio nos han recibido con el entusiasmo y cordialidad que en Barcelona”.
Aunque el bando nacional siempre quiso mostrarse como un bloque monolítico, en su interior siempre hubo diversos grupos, que rivalizaban entre sí. Nuestro personaje siempre se consideró monárquico y, como otros muchos, pidió en varias ocasiones a Franco la restauración de la Monarquía. A lo que éste siempre les dio largas, prometiendo que lo haría, pero más adelante.
De hecho, cuando el general Varela fue ministro del Ejército, quiso nombrarlo subsecretario de ese Ministerio, pero él no aceptó ningún cargo de tipo político hasta que no se restaurara la Monarquía.
Los principales grupos del bando nacional eran los falangistas, como el general Yagüe; carlistas, como el general Varela, y monárquicos, como el general Kindelán.
Parece ser que, nuestro personaje, mantuvo diversos contactos con emisarios de don Juan, conde de Barcelona. Algo que no les pasó desapercibido a los servicios secretos españoles. Según algunos autores, entre esos emisarios estaría el conde de San Pedro de Ruiseñada, Juan Claudio Güell, también marqués de Comillas.
Parece ser que en alguna ocasión invitó a comer a su casa a don Juan Carlos, futuro rey de España, que, por entonces, se hallaba estudiando en nuestro país.
Incluso, apareció su nombre, como ministro del Ejército,  en un posible gobierno monárquico, si conseguían echar a Franco del poder.
En algunas obras figura este movimiento como “Operación Ruiseñada”, en la que estaban presentes monárquicos, enemigos de la Falange y hasta algunos miembros del Opus Dei.
De hecho, algunos tenientes generales se reunieron con Franco para intentar restaurar la Monarquía, definiéndola como “ese modo de gobierno genuinamente español, que hizo la grandeza de nuestra patria”. Lógicamente, en la persona de don Juan de Borbón, porque su padre,  Alfonso XIII, había muerto en Roma en 1941.
Parece ser que entre esos generales estaban algunos nombres muy conocidos, como Aranda, Tella, Kindelán, Ponte, Galarza, Orgaz, etc. Como era de esperar, casi todos ellos fueron apartados de sus cargos hasta pasar a la reserva.
En 1944, nuestro personaje, ascendió a teniente general y estuvo al frente de diversas capitanías generales, como las de Aragón, Baleares o Cataluña. Tomó posesión de esta última a finales de noviembre de 1949.
Parece ser que el que, posteriormente, sería ministro del Ejército, capitán general Muñoz Grandes, lo tuvo siempre muy vigilado. A lo mejor os suena el nombre de este militar, porque fue el primer jefe de la División Azul, la unidad que envió Franco para ayudar a los alemanes en su invasión a la antigua URSS. Se le consideraba contrario a la monarquía. Incluso, en cierta ocasión, rechazó ser nombrado ayudante del rey Alfonso XIII.
Por otra parte, algunos autores comentan que Muñoz Grandes era un militar admirado por Hitler y siempre pensó en él como relevo de Franco, con el que nunca se entendió muy bien.
Volviendo a nuestro personaje, parece ser que, durante su destino en Barcelona, tuvo algunos enfrentamientos con Franco. Por una parte, se negó a ejecutar a algunos condenados por haber participado en la guerra. También prohibió que los falangistas asesinaran a la gente, con sus famosos “paseos”.
Realmente, parece ser que él pensaba que sólo se había sublevado contra la II República para echar del poder al Frente Popular y no para dar paso a una dictadura. Según dicen, tampoco era partidario utilizar a los consejos de guerra para juzgar a los civiles.
Por otra parte, se negó a sacar a las tropas a la calle, cuando se produjeron las huelgas de tranvías de Barcelona en 1951 y 1957. Eso no gustó nada al régimen.
También tuvo siempre fama de austero y honrado. Se cuenta que, en cierta ocasión, fue enviado al frente de una delegación española para estar presente en la coronación del nuevo rey de Irak. Curiosamente, administró muy bien los fondos que le dieron y sólo los gastó en el viaje y las comidas. Así que devolvió una buena parte de lo que se había llevado. Por supuesto, durante el viaje, no aprobó ningún otro tipo de gasto. Así que los componentes de esa delegación no quedaron muy contentos con él. La única afición que se le conocía era asistir a las corridas de toros.
También, según dicen, manifestó su antipatía por la Dictadura, no asistiendo a casi ninguna de las sesiones de las Cortes a pesar de que, en 1955, había sido nombrado procurador en ellas.
Incluso, cuando en febrero de 1956, le fue permitido a don Juan hacer una escala en Barcelona, para visitar a una hermana suya, que se hallaba enferma en esa ciudad, tuvo una entrevista con nuestro personaje.
Curiosamente, al teniente general Sánchez, se le prohibió asistir a una cacería a la que había sido invitado por el conde de Ruiseñada, por sospechar que a la misma acudirían varias personalidades monárquicas, que podrían estar tramando un golpe contra el régimen.
Parece ser que, poco a poco, su salud se fue deteriorando a causa de problemas cardíacos. Así que en enero de 1957, tras una visita a unas unidades militares, que se hallaban realizando unas maniobras en los Pirineos, se sintió mal. Fue el primer militar de ese rango que subió a inspeccionar las defensas en la cumbre del Puigmal y en pleno invierno.
El 30/01/1957 falleció en su habitación del Hotel del Prado en Puigcerdá a causa de un ataque cardiaco. Otras fuentes dicen que falleció el día antes.
Sobre esta extraña muerte se han escrito muchas hipótesis. Una de ellas dice que le dio ese ataque, tras una discusión telefónica con Muñoz Grandes, ministro del Ejército.
Otros dicen que fue tras una anterior discusión, que tuvo lugar en el campamento militar,  con el general Ríos Capapé, que asistía a esas maniobras en calidad de capitán general en Valencia. Lo cierto es que éste último debía imponer mucho, porque medía casi 2 metros de altura.
Incluso, que el ministro había movilizado hacia esa zona a fuerzas de la Legión, porque sospechaba que nuestro personaje podría negarse a ser cesado y utilizar las fuerzas a su cargo para hacerse fuerte.
Es más, también se rumoreaba que en esa discusión también había participado el general Gallarza y había recibido un disparo de alguno de ellos.
Lo cierto es que Franco, a pesar de que lo apreciaba como un gran militar, se sintió muy aliviado con su muerte.
Parece ser que el comandante, que estaba destinado como ayudante de nuestro personaje, también falleció electrocutado, cuando regresaba, por carretera, procedente de esas maniobras.
Según parece, nuestro personaje siempre fue muy querido en Cataluña. Algo que se demostró por las miles de personas que fueron a firmar en el libro de condolencias y la cantidad de coronas de flores que se enviaron. Incluso, por la cantidad de gente que fue a su entierro. Hasta se vio en el mismo a una representación de los oficiales de la VI Flota de USA, que estaba atracada en el puerto de Barcelona.
Hasta el mismo Muñoz Grandes encargó una en cuya cinta podía leerse: “Al honrado soldado y modelo de caballeros”.
Luis Martínez de Galinsoga, entonces director de La Vanguardia, que entonces se llamaba “La Vanguardia española”, le dedicó un editorial en su periódico elogiando las virtudes de este militar y el afecto que le tenían los barceloneses.
Hasta el mismo Ayuntamiento de Barcelona regaló la lápida y la tumba, donde enterraron el cadáver del general, en prueba de la gratitud de esa ciudad.
Casualmente, también el conde de San Pedro de la Ruiseñada falleció de igual forma, el 23/04/1958, cuando viajaba en tren por Francia.

Su sucesor, el general Pablo Martín Alonso, tras su toma de posesión como capitán general de la IV Región Militar, con sede en Barcelona, se trasladó hasta el cementerio del Sudoeste de la misma ciudad, también llamado de Montjuic, para depositar una corona de flores y rezar ante  la tumba de su amigo y predecesor en el cargo. 

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